El vocero presidencial, Manuel Adorni, defendió enérgicamente el rumbo económico del Gobierno, admitiendo la posibilidad de haber cometido errores en la gestión, pero descartando cualquier tipo de giro hacia el «populismo electoral». La declaración, hecha en medio de un clima de creciente debate sobre la situación económica y social del país, reafirma la postura de austeridad y control fiscal del Poder Ejecutivo.
En su habitual conferencia de prensa, Adorni subrayó que la administración actual no cederá ante las presiones para implementar medidas que, a su juicio, solo buscan un rédito político a corto plazo sin resolver los problemas estructurales. «Cometimos errores, pero no estamos dispuestos a hacer populismo electoral», sentenció, en un mensaje claro a la oposición y a los sectores que reclaman una mayor intervención estatal para paliar los efectos de la recesión y la inflación.
Esta postura se enmarca en la filosofía económica del Gobierno, que prioriza la reducción del déficit fiscal y la contención del gasto público. Los funcionarios creen que esta es la única vía para estabilizar la macroeconomía y sentar las bases para un crecimiento sostenible. Sin embargo, los indicadores sociales muestran un aumento de la pobreza y una caída del poder adquisitivo, lo que ha generado críticas y llamados a un cambio de rumbo.
El vocero presidencial también se refirió a las críticas que ha recibido la política económica, señalando que son el reflejo de una «vieja política» que se resiste a los cambios necesarios para el país. Afirmó que el Gobierno tiene un plan claro y que los beneficios de la disciplina fiscal se verán en el mediano y largo plazo, aunque no ofreció detalles específicos sobre cuándo comenzará a sentirse la recuperación en la vida cotidiana de los ciudadanos.
El contexto de las declaraciones de Adorni no es menor. Las protestas sociales y las demandas de los gremios han ido en aumento, y la oposición política ha intensificado sus críticas a la gestión económica. La insistencia del Gobierno en mantener el rumbo a pesar del costo social se interpreta como una señal de firmeza, pero también como una apuesta de alto riesgo en un país con una historia de inestabilidad política y social.
De cara al futuro, el gran desafío para el Gobierno será cómo lograr que su mensaje de «sacrificio» y «no populismo» se traduzca en mejoras concretas en la vida de la gente. La paciencia de la población tiene un límite, y la promesa de una futura recuperación económica debe ser respaldada por indicadores que muestren un cambio de tendencia. El Gobierno apuesta a que su plan de austeridad dará sus frutos, pero la incertidumbre sobre cuándo y cómo se reflejará en la economía real de las familias sigue siendo la pregunta más importante.