La victoria del gobernador Axel Kicillof y el peronismo en la Provincia de Buenos Aires no solo representa una confirmación de su liderazgo, sino que también establece un claro mapa de ganadores y perdedores de la contienda electoral. El resultado de los comicios bonaerenses, considerado un termómetro clave de la política nacional, evidencia el fortalecimiento del peronismo territorial y la fragilidad del armado político del oficialismo libertario. Mientras que Kicillof y los intendentes emergen como las figuras más robustas, el presidente Javier Milei, sus referentes en el distrito, Leli y Federico Menem, y el ministro del Interior, Guillermo Pareja, se ubican en el grupo de los principales perdedores.
La contundente victoria de Kicillof es, en gran medida, la victoria de una estrategia basada en la gestión y el arraigo territorial. El gobernador logró capitalizar el descontento social generado por el ajuste económico del gobierno nacional y movilizó la maquinaria de los intendentes peronistas, quienes demostraron su poder de fuego en el conurbano y el interior de la provincia. Esta red, construida sobre el respaldo de los jefes comunales, le permitió a Kicillof contrarrestar el impacto mediático del «efecto Milei» y mantener la provincia como un bastión peronista, fortaleciendo su propia figura como principal referente de la oposición.
En el bando de los perdedores, el fracaso del armado de La Libertad Avanza (LLA) en la Provincia de Buenos Aires es estruendoso. La estrategia de los hermanos Menem y el ministro Pareja, quienes tenían a su cargo la construcción de un partido provincial, se desplomó. La falta de estructuras consolidadas, la escasa conexión con los territorios y la dependencia de la figura del presidente Milei se tradujeron en un pobre desempeño electoral. Las listas de LLA no lograron penetrar con fuerza en el conurbano, ni tampoco consiguieron los resultados esperados en el interior de la provincia, evidenciando que el respaldo al presidente no se traduce automáticamente en apoyo a sus candidatos locales.
El «efecto Milei» se reveló insuficiente en un distrito donde el poder político se cimenta en la estructura partidaria y en el trabajo de los intendentes. Si bien el presidente mantiene una alta popularidad, la jornada electoral bonaerense demostró que esa popularidad no es transferible a candidatos sin peso propio o sin un trabajo territorial previo. La falta de un liderazgo político provincial fuerte para LLA dejó un vacío que fue aprovechado por el peronismo y, en menor medida, por los sectores de Juntos por el Cambio que se mostraron más cercanos al PRO.
El resultado de las elecciones bonaerenses tiene consecuencias directas para el futuro político de la provincia y del país. El fortalecimiento de Kicillof y los intendentes peronistas los posiciona como actores clave en cualquier negociación con el gobierno nacional. Kicillof, con su legitimidad revalidada en las urnas, podría asumir un rol más protagónico en el debate político nacional, consolidándose como una alternativa real a la hegemonía del presidente Milei. Por su parte, la derrota de los referentes de LLA en la provincia deja al gobierno sin un interlocutor válido en el principal distrito del país, lo que podría complicar la gobernabilidad y el avance de sus reformas.
En conclusión, la elección bonaerense marca un antes y un después en la dinámica política argentina. El peronismo ha demostrado que su poder territorial y su capacidad de movilización siguen siendo inquebrantables, mientras que el oficialismo libertario se enfrenta al desafío de construir una estructura política que vaya más allá del liderazgo presidencial. El futuro de la relación entre el gobierno nacional y la Provincia de Buenos Aires dependerá de la capacidad de ambos para negociar y encontrar puntos en común, en un escenario donde el mapa de poder se ha redefinido drásticamente.