La Selección Argentina Sub-20 se prepara para enfrentar a Marruecos en la gran final del Mundial de la categoría en Chile, en un partido que trasciende lo meramente deportivo. La Albiceleste, máxima ganadora histórica del certamen con seis títulos, buscará romper una racha de 18 años sin levantar el trofeo, un lapso inusualmente largo para la cuna de talentos que forjó la dinastía de José Pekerman. Este encuentro no solo pone en juego la séptima estrella, sino también la revalidación de la supremacía argentina en el fútbol formativo.
El camino a la final de este equipo, dirigido por Diego Placente, ha estado marcado por la solidez defensiva y la eficacia en momentos clave, llegando al partido decisivo con un rendimiento notable y una cohesión que recuerda a las épocas doradas de la categoría. La última vez que Argentina se consagró fue en Canadá 2007, con una generación liderada por figuras que luego se consolidarían en la Selección Mayor, como Sergio «Kun» Agüero y Ángel Di María.
El rival, Marruecos, emerge como una sorpresa de alto impacto, representando la primera vez que la selección africana alcanza una final en cualquier categoría de Copa del Mundo. Su recorrido ha estado plagado de disciplina táctica y velocidad en el ataque, lo que les permitió superar a potencias tradicionales en las instancias de eliminación directa. El enfrentamiento se presenta como un duelo de estilos: la jerarquía técnica sudamericana contra la fuerza y el orden del fútbol africano emergente.
Históricamente, la Selección Argentina ha demostrado una efectividad casi perfecta en las finales del Mundial Sub-20. Con seis títulos en siete finales disputadas, la única derrota previa fue ante Brasil en 1983. Esta estadística, si bien es un peso positivo, también genera una presión inherente sobre los jóvenes futbolistas que cargan con el legado de las generaciones de Maradona, Riquelme y Messi. El manejo de la ansiedad en la definición será un factor psicológico determinante.
El cuerpo técnico argentino ha trabajado intensamente en la conformación de la mejor alineación para la final, que se disputará esta noche. Se esperan pocas modificaciones respecto al equipo que demostró rendimiento en semifinales. La clave pasará por la capacidad de los creativos para desarmar el férreo esquema defensivo marroquí y la solidez de la última línea, que ha sido un pilar fundamental a lo largo de todo el torneo.
De conseguir la victoria, Argentina no solo sumaría su séptimo título mundial, sino que reafirmaría su posición como la potencia indiscutida en la formación de juveniles, inyectando un caudal de optimismo y nuevos talentos a la órbita de la Selección Mayor. La final contra Marruecos no es solo un partido, sino una oportunidad para reconectar con una tradición ganadora que ha sido la base histórica del éxito del fútbol argentino a nivel global.