Argentina enfrenta un 2025 cargado de desafíos económicos, pese a las estimaciones optimistas de crecimiento del Producto Bruto Interno (PBI), que alcanzaría el 6% según un informe de un banco internacional. Sin embargo, este crecimiento podría verse condicionado por una serie de factores que amenazan tanto la estabilidad cambiaria como la aceptación social de las reformas planteadas por el gobierno. En un contexto de inflación elevada y tensiones políticas internas, el país deberá sortear obstáculos para sostener este avance económico.
El primero de los riesgos señalados por el informe es la presión cambiaria. Con un tipo de cambio oficial que podría enfrentar nuevas devaluaciones, las tensiones en el mercado de divisas podrían agravarse si no se logra un control eficaz de las reservas del Banco Central. La demanda de dólares para ahorro e importaciones, en un escenario de escasez de divisas, podría derivar en un aumento significativo de la brecha cambiaria y, con ello, incrementar las expectativas de inflación para el próximo año.
El segundo factor de riesgo se vincula con la inflación, que ha sido un problema persistente en la economía argentina. Aunque el gobierno proyecta una desaceleración en los aumentos de precios para 2025, los analistas internacionales mantienen una postura más cautelosa. Según estimaciones del banco, la inflación podría cerrar el año en torno al 75%, lo que superaría las expectativas oficiales. Esto generaría mayores desafíos en términos de poder adquisitivo y conflictividad social, afectando la sostenibilidad del crecimiento proyectado.
En tercer lugar, el informe advierte sobre la aceptación social de las reformas económicas que se implementarán en el marco de un plan de estabilización fiscal. Estas medidas, que incluirían ajustes en tarifas de servicios públicos, recortes en subsidios y reformas laborales, podrían generar un clima de descontento social si no se acompañan de políticas que protejan a los sectores más vulnerables. La capacidad del gobierno para gestionar el malestar social será clave para evitar episodios de inestabilidad política.
Además de estos riesgos, el contexto internacional también tendrá un papel crucial en el desarrollo económico argentino. El posible endurecimiento de la política monetaria en Estados Unidos y Europa podría afectar los flujos de capital hacia mercados emergentes, limitando el acceso al financiamiento externo para la Argentina. Esto podría generar complicaciones en la refinanciación de la deuda, uno de los grandes desafíos que enfrentará el país en los próximos años.
A pesar de estos obstáculos, las perspectivas de crecimiento del PBI siguen siendo alentadoras. Sectores como el agroexportador, la minería y la industria tecnológica podrían actuar como motores del crecimiento, impulsados por la demanda externa y las inversiones en infraestructura. No obstante, el éxito de estos sectores dependerá de la capacidad del país para mantener un entorno macroeconómico estable y competitivo.
El papel del Fondo Monetario Internacional (FMI) también será determinante. Las negociaciones entre Argentina y el organismo multilateral para revisar el acuerdo stand-by continuarán en 2025, y cualquier desvío en las metas fiscales o monetarias podría generar tensiones adicionales en los mercados. El cumplimiento de los compromisos asumidos por el gobierno será clave para garantizar el apoyo financiero necesario para cubrir los vencimientos de deuda.
En conclusión, aunque Argentina proyecta un 2025 con crecimiento económico, los riesgos asociados a la inflación, la estabilidad cambiaria y la aceptación social de las reformas pondrán a prueba la capacidad del gobierno para gestionar una transición hacia un escenario de estabilidad.
