En una decisión histórica, el gobierno argentino anunció el levantamiento del cepo cambiario vigente desde 2019. A partir del lunes, el peso argentino dejará de estar atado a un tipo de cambio fijo y comenzará a flotar dentro de una banda entre $1.000 y $1.400 por dólar. Esta medida forma parte de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que incluye un préstamo de $20.000 millones para estabilizar la economía y atraer inversiones.
El presidente Javier Milei y el ministro de Economía, Luis Caputo, confirmaron que el FMI desembolsará $12.000 millones de inmediato, seguidos por $2.000 millones en junio. Además, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo aportarán $12.000 y $10.000 millones respectivamente. Estos fondos permitirán al Banco Central recapitalizarse y gestionar la volatilidad del mercado cambiario.
La eliminación del cepo busca normalizar el mercado de cambios, facilitar la repatriación de utilidades y fomentar la inversión extranjera. Sin embargo, analistas advierten sobre posibles riesgos, como una devaluación del peso y presiones inflacionarias, especialmente en un contexto de elecciones legislativas.
Economistas como Claudio Loser y Martín Redrado han expresado preocupaciones sobre la capacidad del Banco Central para intervenir dentro de la nueva banda cambiaria. A pesar de los desafíos, el gobierno considera esta medida esencial para la recuperación económica y la reducción de la inflación.
Esta decisión marca un cambio significativo en la política económica argentina, con el objetivo de estabilizar la moneda y mejorar la confianza en los mercados. El éxito de esta estrategia dependerá de la implementación efectiva de las reformas y del apoyo continuo de los organismos internacionales.
El levantamiento del cepo es un paso audaz hacia la liberalización económica, pero su impacto dependerá de la respuesta del mercado y de la capacidad del gobierno para mantener la estabilidad macroeconómica.















