Miguel Ángel Russo, una figura sinónima del espíritu caballeroso del fútbol argentino, recibió una abrumadora despedida en el epicentro de Boca Juniors, La Bombonera. La masiva manifestación pública e institucional, que superó las históricas rivalidades de camiseta, ratificó el legado eterno del entrenador que falleció el miércoles a los 69 años de edad.
El velatorio, dispuesto en el Hall Central de Brandsen 805, transformó el estadio en un punto de encuentro para el duelo colectivo, comenzando con una ceremonia íntima para la familia y el plantel Xeneize. Posteriormente, las puertas se abrieron a cientos de aficionados que formaron extensas filas, desbordando en demostraciones de cariño y agradecimiento, en especial por el título de la Copa Libertadores 2007 que le entregó a la institución.
La trascendencia de Russo se manifestó en la presencia de diversas delegaciones de alto nivel. No solo acudió toda la dirigencia de Boca, encabezada por el presidente Juan Román Riquelme, sino también la cúpula del eterno rival: Jorge Brito y representantes de River Plate, quienes incluso enviaron una corona de flores en tonos azules y amarillos, simbolizando el respeto que el DT se ganó a nivel nacional.
El homenaje no fue exclusivo de los rivales del Superclásico. La delegación completa de Rosario Central, club donde Russo fue campeón en 2013 y dirigió en cinco etapas, viajó a Buenos Aires. Asimismo, estuvieron presentes representantes de San Lorenzo, Estudiantes y Lanús, enfatizando la trayectoria del técnico por múltiples clubes y demostrando su carácter unificador tanto en lo humano como en lo profesional.
La emoción de los aficionados resultó palpable. A lo largo de la jornada, seguidores, incluyendo algunos con camisetas de clubes rivales, se acercaron al féretro, el cual fue cubierto con una bandera de Boca. Hubo momentos de gran simbolismo, como el cántico de «Olé olé olé olé Russo Russo» al despedir el cortejo fúnebre y el aplauso de los Xeneizes hacia un hincha de River, destacando un mensaje de unidad en el dolor.
Tras la sentida despedida pública, los restos de Russo fueron trasladados al crematorio del Jardín de Paz. La decisión de esparcir sus cenizas en distintos lugares significativos de su vida, ligados a sus afectos y a los clubes que marcaron su historia, subraya la idea de que su memoria quedará diseminada en la geografía del fútbol argentino. Su legado se define no solo por títulos, sino por el respeto universal y la calidez humana que lo caracterizaron.