El fútbol argentino y sudamericano se viste de luto tras confirmarse el fallecimiento de Miguel Ángel Russo a sus 69 años, acaecido este miércoles 8 de octubre. El director técnico de Boca Juniors, una figura respetada y querida en el ambiente, murió en su domicilio donde se encontraba bajo internación, como consecuencia de un agravamiento en su ya delicado estado de salud, que arrastraba desde el diagnóstico de cáncer de próstata en 2017. La noticia, oficializada por diversas instituciones, incluyendo la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), sacudió a los clubes y a la afición, poniendo un velo de tristeza sobre la jornada deportiva.
Russo, cuya carrera como entrenador abarcó más de tres décadas y mil partidos dirigidos, había enfrentado con notable entereza su enfermedad desde que le fue detectada mientras dirigía a Millonarios de Colombia. En esa etapa, su compromiso y profesionalismo fueron puestos de manifiesto al continuar al frente del equipo incluso entre tratamientos, logrando la conquista del Torneo Finalización 2017 y la Superliga 2018. Su temple y dedicación al trabajo siempre fueron su sello distintivo, incluso en los momentos más adversos.
La salud del «Palomo» se había deteriorado progresivamente en las últimas semanas, sufriendo episodios de deshidratación e infecciones que lo obligaron a ausentarse de los entrenamientos y partidos de Boca Juniors, equipo al que había regresado este 2025 para un tercer ciclo. Su último reencuentro público con el plantel y la dirigencia, en particular con el presidente Juan Román Riquelme, se dio a fines de septiembre, en un gesto que simbolizó el fuerte vínculo afectivo y profesional que lo unía a la institución Xeneize, a pesar de sus crecientes problemas físicos.
La trayectoria de Russo está marcada por la consecución de títulos importantes y por dejar una huella de nobleza y trabajo en cada club. Como jugador, fue emblema y campeón en Estudiantes de La Plata, mientras que como DT, su consagración continental con Boca en la Copa Libertadores 2007 lo elevó a la categoría de referente indiscutido. A su vez, fue campeón en Vélez Sarsfield (Clausura 2005) y mantuvo un vínculo emocional profundo con Rosario Central, donde obtuvo la Copa Argentina 2018 y la Copa de la Liga Profesional 2023, demostrando su vigencia generacional.
Según análisis de la prensa especializada y colegas, la figura de Russo trasciende los logros deportivos. Fue un entrenador de perfil bajo, reacio a la exposición mediática, que priorizaba la solidez táctica, la disciplina y el respeto por el grupo. Esta filosofía le permitió ganarse el cariño y la admiración no solo de sus dirigidos, sino también de otros entrenadores y rivales, quienes han destacado su integridad profesional y su capacidad para forjar equipos competitivos sin grandes estridencias, a menudo con planteles que no eran los más cotizados del mercado.
El vacío que deja Miguel Ángel Russo en el fútbol argentino es inmenso. Su legado perdurará en la memoria de los hinchas de Estudiantes, Lanús, Rosario Central y Boca, entre otros, como el de un hombre que honró la profesión con trabajo y dignidad hasta su último aliento. Su historia no solo será recordada por los títulos, sino por ser el epítome del técnico que priorizó siempre la palabra y la seriedad, un ejemplo de lucha y pasión que será un faro para las futuras generaciones de técnicos que busquen trascender más allá de las luces de la fama.