Vengo a defender que cualquier perro pueda viajar en el transporte público». Con estas palabras, el docente universitario y legislador de la Ciudad de Buenos Aires, Emmanuel Ferrario, expresó su postura sobre un debate global: el lugar de los animales de compañía, especialmente los perros, en los espacios urbanos y, particularmente, en el transporte público.
Esta declaración refleja una tendencia creciente en Argentina, donde, según los últimos datos, el 75% de los ciudadanos consideran a sus perros y gatos como parte integral de la familia, e incluso un 94% los percibe como hijos. A lo largo de su intervención, Ferrario no solo abordó las implicancias normativas del tema, sino también su dimensión emocional, social y antropológica.
Durante su intervención, Ferrario profundizó en el fenómeno mundial de la integración de los perros en la vida urbana, citando un caso viral ocurrido en Nueva York. Allí, las autoridades limitaron el acceso de perros al metro únicamente a aquellos que pudieran entrar en una transportadora. Esta medida, lejos de disuadir a los dueños, desató una ola de creatividad: desde mochilas gigantes hasta bolsos con agujeros, los neoyorquinos encontraron formas de adaptarse a la normativa y seguir viajando con sus mascotas.
El perro como miembro de la familia
Ferrario cuestionó la necesidad de viajar con un perro en el transporte público, y defendió con firmeza que esta es una necesidad legítima. Para él, los perros han dejado de ser simplemente animales domésticos para convertirse en miembros afectivos de las familias. «Estamos hablando de un vínculo, un vínculo afectivo, un vínculo de cuidado, un vínculo de responsabilidad», señaló. El término «perrhijos», utilizado cada vez con mayor frecuencia, ilustra esta relación tan cercana entre humanos y mascotas.
Uno de los puntos más importantes en su exposición fue la defensa del acceso al transporte público para perros de apoyo emocional o servicio. Ferrario destacó que en muchos casos, la presencia del perro en el transporte es crucial para la salud de su dueño. Relató, por ejemplo, el caso de perros entrenados para detectar ataques de epilepsia, capaces de alertar a sus dueños y a su entorno sobre el inicio de una crisis.
Regulaciones internacionales y la realidad local
El debate sobre el acceso de los perros al transporte público no se limita a la Ciudad de Buenos Aires. Ferrario mencionó que en ciudades como Madrid, París, Londres y Estocolmo ya existen regulaciones que permiten viajar con perros en el metro bajo ciertas condiciones. En Madrid, por ejemplo, se puede viajar con perros con correa y bozal en el último vagón, siempre que no sea durante las horas pico. París cobra tarifas dependiendo del tamaño del animal, mientras que en Londres se permiten los viajes con correa y bozal. En Estocolmo, los perros pueden viajar siempre que no sean peligrosos.
Sin embargo, en Buenos Aires, las restricciones son más severas. Actualmente, solo se permite viajar con perros en el subte los sábados a partir del mediodía, los domingos y feriados, mientras que en los colectivos está completamente prohibido. Ferrario criticó estas limitaciones, señalando que dificultan la vida diaria de quienes tienen mascotas. De hecho, citó cifras oficiales que indican que más del 40% de los hogares en la ciudad tiene al menos un perro o gato, lo que equivale a 861.000 animales en total.
Un vínculo ancestral
El legislador también destacó que el vínculo entre humanos y perros tiene raíces profundas en la historia. «La relación del hombre con el perro antecede no solo a las ciudades, sino incluso a la agricultura», afirmó, citando estudios arqueológicos que revelan que los perros han sido parte fundamental de la vida humana desde tiempos inmemoriales. Un hallazgo reciente en Bonn, Alemania, mostró una tumba de 14.000 años con restos de humanos y perros, lo que sugiere que ya en esa época existía un vínculo de cuidado mutuo.
Además del aspecto emocional, Ferrario también mencionó el impacto económico y cultural de la relación con los perros. Destacó el auge de un mercado de bienes y servicios en torno a las mascotas, pero también señaló los desafíos que conlleva esta convivencia, como la responsabilidad de cuidar al animal, pasearlo con correa y recoger sus excrementos.
Regulaciones innovadoras y la integración de los animales en la vida cotidiana
En cuanto a las regulaciones internacionales, Ferrario mencionó algunas de las iniciativas más innovadoras. En Italia y Málaga, por ejemplo, se han implementado registros de ADN canino para sancionar a los dueños que no recojan los excrementos de sus perros. En Singapur, se exige una licencia para ser tutor de un perro, mientras que en Madrid es obligatorio realizar un curso y tener un seguro de responsabilidad civil para la tenencia de animales. En Escocia, quienes deseen adoptar deben firmar un compromiso formal.
En los Estados Unidos, la integración de los animales de compañía en la vida afectiva ha llegado al punto de que en 29 estados, los perros pueden ser incluidos como testigos en ceremonias de bodas. Este gesto refleja el papel central que los animales de compañía desempeñan en muchas familias.
Ferrario también destacó un estudio publicado en Science en 2015 que demuestra que mirar a los ojos a un perro libera oxitocina, tanto en los humanos como en los animales, lo que refuerza la conexión emocional entre ambos.
