El reciente anuncio del presidente Javier Milei sobre la próxima presentación de una nueva reforma laboral ha generado una profunda inquietud y un estado de alerta en la Confederación General del Trabajo (CGT), que se moviliza ante la posibilidad de cambios estructurales en el mercado de empleo. El mensaje presidencial, que adelantó la remisión de una propuesta de ley al Congreso, se interpretó inmediatamente en el seno sindical como una señal de aceleración de las reformas estructurales, particularmente aquellas que apuntan a la flexibilización de las relaciones laborales.
La preocupación sindical no solo se centra en el contenido de la reforma—que el Gobierno ha deslizado que incluiría aspectos como la desregulación de las indemnizaciones y la simplificación de modalidades de contratación—sino también en los movimientos internos dentro del Gabinete. El temor más palpable en la central obrera es el potencial desembarco de figuras ligadas al PRO, el partido liderado por Mauricio Macri, en puestos clave del Ministerio de Trabajo. Esta posibilidad se percibe como una amenaza directa a la tradicional interlocución entre el Ejecutivo y los sindicatos, presagiando una línea más dura en la negociación de convenios colectivos y una potencial ofensiva contra el poder gremial.
Según fuentes cercanas a la CGT, la inclusión de funcionarios del PRO en la cartera laboral sería vista como una «declaración de guerra», dada la histórica tensión entre el macrismo y la cúpula sindical. Los gremios interpretan que la presencia de cuadros técnicos o políticos del PRO aseguraría una implementación más rigurosa y sin concesiones de una reforma laboral con impronta liberal, lo cual podría llevar a la judicialización de conflictos y a un aumento de la conflictividad social en un escenario económico ya de por sí delicado.
El sector empresarial, por su parte, observa el proceso con optimismo. Desde cámaras sectoriales y la Unión Industrial Argentina (UIA) se insiste en la necesidad de modernizar la legislación laboral para reducir el «costo argentino» de contratación y litigiosidad. Argumentan que una reforma es esencial para fomentar la inversión privada y la creación de empleo registrado. Este momentum político del Gobierno es visto como una ventana de oportunidad única para impulsar cambios que han sido postergados durante décadas por la presión sindical.
La CGT ya ha comenzado a articular una estrategia de resistencia, que incluye reuniones internas y la preparación de análisis técnicos para confrontar punto por punto la propuesta oficialista cuando sea presentada formalmente. No se descarta, en caso de que el proyecto avance sin consenso, la posibilidad de medidas de fuerza, incluyendo la convocatoria a un paro general. Los dirigentes sindicales señalan que cualquier reforma debe incluir una mesa de diálogo tripartita (Gobierno, empleadores y trabajadores) y garantizar la estabilidad del empleo y los derechos adquiridos.
El anuncio del presidente Milei no solo pone en juego las futuras reglas del mercado de trabajo, sino que también testea el equilibrio de poder dentro del oficialismo, entre el ala más puramente libertaria y los sectores que buscan un acuerdo con el PRO para ganar gobernabilidad. La CGT se prepara para un invierno político y gremial, entendiendo que la discusión de la reforma laboral, y el nombre del futuro responsable en Trabajo, serán los grandes ejes de la confrontación política y económica del próximo período.