La profunda crisis política, social y económica de Venezuela ha creado un terreno fértil para el avance de organizaciones criminales, entre ellas el Cártel de los Soles, un grupo que ha crecido al amparo del poder chavista. La compleja red de narcotráfico se ha convertido en un pilar fundamental para el régimen de Nicolás Maduro, quien ha estrechado lazos con esta estructura ilícita para mantener el control y el poder. Esta simbiosis entre el Estado y el crimen organizado ha permitido al Cártel de los Soles utilizar la infraestructura gubernamental, incluyendo puertos y aeropuertos, para el tráfico de cocaína a nivel global.
El origen de esta organización criminal se remonta a 1993, pero su consolidación como un actor de peso internacional se produjo con la llegada al poder de Hugo Chávez y la posterior asunción de Nicolás Maduro. Según analistas de seguridad, el grupo ha infiltrado las más altas esferas del gobierno, con miembros del Alto Mando Militar, jueces y empresarios facilitando las operaciones. La complicidad del Estado ha permitido al cártel operar con una impunidad casi total, transformando a Venezuela en un punto de tránsito estratégico para la cocaína que se produce en los países vecinos.
El Cártel de los Soles ha fortalecido sus alianzas con otras organizaciones criminales en la región, incluyendo las FARC y el ELN de Colombia, así como el Cártel de Sinaloa de México. Esta cooperación ha expandido su alcance y ha consolidado su posición en el circuito global del narcotráfico. Además, la estructura delictiva le ha permitido a Maduro usar procesos electorales para controlar territorios que son clave para las rutas del narcotráfico, garantizando la continuidad de sus operaciones y la protección de sus líderes.
La situación ha escalado a tal punto que el gobierno de Estados Unidos ha designado al Cártel de los Soles como una «Organización Terrorista Global». En un movimiento sin precedentes, el Departamento de Justicia de EE.UU. ha ofrecido una recompensa de 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Nicolás Maduro, marcando un hito en la política exterior estadounidense y reflejando la gravedad de la situación. Esta cifra, la más alta ofrecida en la historia del país, subraya el nivel de implicación de Maduro en actividades criminales a nivel transnacional.
Expertos en seguridad y relaciones internacionales afirman que el régimen de Maduro, aislado diplomáticamente y bajo una presión económica sin precedentes, ha optado por un apoyo cada vez mayor en los militares y en el Cártel de los Soles para mantenerse en el poder. Esta dependencia ha profundizado la crisis institucional en Venezuela y ha transformado al país en un Estado fallido, donde las fronteras entre el poder político y el crimen organizado se han vuelto porosas. El uso de la infraestructura estatal para el narcotráfico y la protección de los líderes del cártel demuestran la desesperación de un régimen que se aferra al poder por cualquier medio.
A medida que la presión internacional sobre el régimen chavista aumenta, la relación entre el poder político y el Cártel de los Soles se vuelve más simbiótica. El futuro de Venezuela está intrínsecamente ligado a la resolución de esta crisis, donde la lucha contra el narcotráfico y la restauración del Estado de derecho son pasos esenciales. La pieza sugiere que, sin una intervención significativa o un cambio de rumbo en el poder, el país seguirá profundizando su camino hacia la criminalidad, poniendo en riesgo la estabilidad de toda la región.