La Secretaría de Industria y Comercio anunció la derogación de 43 normas que otorgaban al Estado amplias facultades para fijar precios, intervenir en mercados específicos y exigir información a empresas. Según el Ejecutivo, esta decisión tiene como objetivo fomentar un flujo de mercado más dinámico y reducir distorsiones que contribuían al encarecimiento de ciertos productos esenciales.
Las normativas eliminadas estaban en vigencia desde hace décadas y permitían, entre otras cosas, establecer precios máximos en rubros sensibles, regular márgenes de ganancia y disponer de datos comerciales de empresas privadas. De acuerdo con el Gobierno, estas medidas habían perdido su efectividad en el contexto actual y su aplicación generaba sobrecostos y desincentivos para la inversión y la producción.
“Esta reforma es un paso hacia un modelo de mercado más eficiente y competitivo”, señalaron desde la Secretaría de Industria. Además, destacaron que la eliminación de estas regulaciones facilitará el acceso de nuevos actores al mercado y permitirá a las empresas optimizar sus estructuras de costos. Sin embargo, aseguraron que se mantendrán herramientas de control en sectores estratégicos para garantizar que los beneficios lleguen al consumidor final.
No obstante, la medida no está exenta de críticas. Algunos sectores opositores y asociaciones de defensa del consumidor advierten que la desaparición de estas normativas podría favorecer abusos de posición dominante y una escalada de precios en mercados concentrados. «Si bien es importante eliminar regulaciones obsoletas, es crucial mantener un sistema de monitoreo para evitar prácticas desleales», indicaron desde una ONG especializada en derechos del consumidor.
El impacto inmediato de la decisión se verá reflejado en sectores como alimentos, textiles y electrodomésticos, donde el Gobierno espera una mayor competencia y reducción de precios. Por su parte, las empresas han recibido la medida con optimismo, ya que consideran que permitirá una planificación más previsible y menos burocrática.
Con esta iniciativa, el Gobierno busca enviar señales claras a inversores internacionales y locales en un contexto económico marcado por desafíos inflacionarios y desaceleración del crecimiento. Si bien el éxito de esta política dependerá de su implementación y de la reacción del mercado, la eliminación de estas normas marca un cambio significativo en la relación entre el Estado y el sector privado.