La Libertad Avanza (LLA), el partido oficialista, se encuentra en plena fase de consolidación de su mapa electoral de cara a las próximas elecciones, un proceso marcado por una mezcla de acuerdos estratégicos ya cerrados y negociaciones complejas que ponen a prueba la cohesión interna del espacio. Mientras se ultiman los detalles para formalizar pactos en distritos clave, las dudas y las tensiones persisten en otras provincias, evidenciando los desafíos que enfrenta la fuerza para solidificar su presencia territorial más allá del núcleo de poder central. Este entramado de alianzas, fundamental para el despliegue electoral del partido, se está construyendo sobre una base de pragmatismo político, dejando en un segundo plano las purgas ideológicas que caracterizaron los inicios de la gestión.
En este contexto, el oficialismo ha logrado cerrar acuerdos electorales significativos que garantizan su competitividad en varias jurisdicciones. Uno de los puntos más destacados es el pacto alcanzado en la provincia de Buenos Aires con Pro y la UCR, una jugada que, según analistas políticos, busca maximizar las chances en el principal distrito del país. De manera similar, en la Ciudad de Buenos Aires, LLA ha sellado una alianza con Pro y el Partido Demócrata, reforzando la estrategia de captar votos en los centros urbanos más grandes. Estos acuerdos reflejan una maduración política del espacio, que prioriza la viabilidad electoral por encima de la pureza ideológica.
Sin embargo, el panorama se torna más complejo en otras regiones, donde las negociaciones han generado fricciones internas. El caso de Córdoba es emblemático, ya que, si bien se han mantenido conversaciones con diversas fuerzas, aún no se ha logrado una alianza consolidada. Este impasse se debe a la reticencia de algunos sectores locales a confluir en una misma boleta, lo que podría obligar a LLA a presentar una propuesta electoral más fragmentada. La situación en Santa Fe y Mendoza también presenta desafíos, con acuerdos que aún no se han formalizado, lo que mantiene en vilo la estructura electoral del oficialismo en provincias con un peso demográfico y económico considerable.
Las tensiones internas en el oficialismo se hacen visibles en la disputa por el liderazgo en algunas provincias. La falta de consenso en la designación de candidatos y la pugna por los espacios en las listas son un reflejo de la heterogeneidad de la coalición. A este escenario se suma la influencia de la Casa Rosada en las negociaciones, con la figura del Presidente actuando como árbitro en las disputas, lo que por un lado acelera algunas decisiones, pero por otro genera recelos en las bases de los partidos aliados.
Expertos en derecho electoral señalan que la falta de una estructura partidaria consolidada a nivel nacional desde sus orígenes le pasa factura a LLA en esta etapa. A diferencia de partidos tradicionales con bases territoriales sólidas, la Libertad Avanza se ha visto obligada a construir alianzas desde cero en cada distrito, lo que hace que el proceso sea más lento y propenso a conflictos. La estrategia actual, que combina el liderazgo presidencial con una búsqueda de acuerdos con referentes locales, busca compensar esta debilidad estructural.
La consolidación de estas alianzas es fundamental para el futuro político de La Libertad Avanza. El resultado de estas negociaciones no solo definirá la competitividad del partido en las próximas elecciones, sino que también sentará las bases para la configuración del poder dentro de la coalición de gobierno. El desafío es lograr un equilibrio entre la necesidad de expandirse territorialmente y el mantenimiento de una identidad política que ha sido la clave de su éxito inicial, un equilibrio que determinará si el oficialismo logra consolidar un proyecto político a largo plazo.