El drama del final, con Marchesin de nueve y a empatar o morir, agranda la perspectiva de la victoria, de por sí enorme, de Independiente, y hasta la da un tinte histórico, que lo tiene, de un equipo que de poco se va amigando con su ADN ganador, que quedó amarillento por tanta derrota acumulada con los años. También resalta la crisis de este Boca que perfora cada vez un poco más el piso, al punto que no faltará mucho para que encuentre petróleo. En el medio, un partido apasionante, con dos equipos que jugaron su suerte sin excusas ni medias tintas, cada uno con sus armas.