La inflación en la Ciudad de Buenos Aires registró un incremento del 2,1% durante el mes de junio, según informó la Dirección General de Estadística y Censos porteña. Este dato, que sigue la tendencia de desaceleración observada en los últimos meses, eleva la variación acumulada del Índice de Precios al Consumidor (IPC) porteño a un alarmante 44,5% en los últimos doce meses, consolidando un panorama de persistente presión sobre el poder adquisitivo de los ciudadanos. La moderación mensual, aunque bienvenida, no logra disipar la preocupación por el impacto sostenido de la escalada de precios en la economía familiar.
El desglose de los datos revela que los rubros que más contribuyeron al alza de junio fueron “Alimentos y bebidas no alcohólicas”, “Vivienda, agua, electricidad y otros combustibles” y “Salud”. Si bien se observa una contención en comparación con los picos inflacionarios de meses anteriores, la incidencia de estos sectores básicos sigue siendo determinante en la canasta de consumo. Analistas económicos señalan que esta desaceleración responde, en parte, a la estabilidad cambiaria y a una menor emisión monetaria, aunque advierten sobre la fragilidad de estas condiciones.
Expertos del sector económico, consultados por este medio, coinciden en que la cifra de junio, aunque positiva en su tendencia a la baja, aún se encuentra lejos de los niveles deseables para garantizar una estabilidad macroeconómica sostenible. «Estamos viendo una meseta, pero el sendero hacia la baja de un dígito mensual es todavía un desafío considerable», afirmó un economista de una reconocida consultora privada, haciendo hincapié en la necesidad de consolidar las políticas de estabilización.
La acumulación del 44,5% interanual pone de manifiesto los desafíos que enfrenta la gestión económica en su intento por controlar el flagelo inflacionario. Este porcentaje tiene un impacto directo en los salarios, las jubilaciones y las paritarias, generando una constante carrera entre ingresos y gastos que afecta directamente la calidad de vida de los porteños. La capacidad de ahorro se ve mermada y el acceso a bienes y servicios esenciales se complejiza para amplios sectores de la población.
Desde el Ministerio de Economía de la Nación, si bien se valora la tendencia de desaceleración, se subraya la importancia de mantener la prudencia fiscal y monetaria. La coordinación de políticas a nivel nacional y subnacional es crucial para abordar la complejidad de la dinámica inflacionaria, que posee componentes estructurales y coyunturales. La expectativa de los mercados se centra en la continuidad de las medidas que permitan una convergencia hacia metas de inflación más ambiciosas en el mediano plazo.
La proyección para los próximos meses indica que, si bien la desaceleración podría continuar, la inflación se mantendrá como uno de los principales retos económicos de Argentina. El dato de junio en la Ciudad de Buenos Aires sirve como un termómetro clave de la evolución de precios en el principal centro urbano del país, marcando la pauta para futuras discusiones sobre políticas económicas y el bienestar de sus habitantes.