La Corte Suprema de Brasil ha decidido, por unanimidad, enviar a juicio al expresidente Jair Bolsonaro bajo la acusación de liderar una conspiración para perpetrar un golpe de Estado tras su derrota en las elecciones de 2022 frente a Luiz Inácio Lula da Silva. Esta decisión también afecta a siete de sus aliados cercanos, incluyendo exministros y altos funcionarios de su gobierno.
La Fiscalía General de Brasil presentó cargos contra Bolsonaro y los demás acusados por delitos como «abolición violenta del Estado democrático de derecho», «intento de golpe de Estado», «implicación en organización criminal armada», «daño calificado» y «deterioro de patrimonio». Estas acusaciones se basan en una investigación que sugiere que el expresidente y su círculo íntimo planearon activamente impedir la asunción de Lula da Silva mediante acciones violentas y antidemocráticas.
Uno de los elementos clave en la decisión de la Corte fue la confesión de Mauro Cid, exayudante de órdenes de Bolsonaro, quien colaboró con la justicia proporcionando pruebas que implican directamente al exmandatario en la planificación del golpe. Cid reveló detalles sobre reuniones y documentos que evidencian la intención de Bolsonaro de mantenerse en el poder a toda costa.
Durante las audiencias, el juez instructor Alexandre de Moraes destacó la gravedad de los hechos, señalando que «tuvimos un intento de golpe de Estado violentísimo». Esta declaración subraya la seriedad con la que el Poder Judicial brasileño está abordando el caso, considerando las implicaciones para la democracia en el país.
De ser encontrado culpable, Jair Bolsonaro podría enfrentar penas de prisión que superarían los 40 años, lo que representaría un golpe significativo a su carrera política y a las aspiraciones de la derecha brasileña. Actualmente, Bolsonaro se encuentra inhabilitado para ocupar cargos públicos hasta 2030, pero había manifestado su intención de postularse nuevamente en las próximas elecciones presidenciales.
Este proceso judicial marca un hito en la historia política de Brasil, evidenciando la fortaleza de sus instituciones democráticas y el compromiso con el Estado de derecho. La comunidad internacional sigue de cerca el desarrollo de este juicio, que podría sentar un precedente en la lucha contra la impunidad de altos funcionarios implicados en actos contra la democracia.