La Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII), un conjunto de afecciones autoinmunes y crónicas que incluyen la Colitis Ulcerosa y la Enfermedad de Crohn, ha dejado de ser un flagelo exclusivo del mundo desarrollado para convertirse en una preocupación sanitaria creciente en América Latina, incluida Argentina. Especialistas reunidos en el Congreso Europeo de Gastroenterología en Berlín confirmaron una prevalencia e incidencia en aumento en la región, asociando este cambio epidemiológico a la rápida adopción de estilos de vida occidentales.
El principal enigma que intenta descifrar la ciencia se relaciona con los factores ambientales. Los expertos señalan que el aumento de casos está intrínsecamente ligado a la urbanización acelerada, la exposición a la contaminación, el incremento de los niveles de estrés y, crucialmente, el consumo de una alimentación industrializada que altera drásticamente la microbiota intestinal. Estos vectores externos, sumados a una predisposición genética, confluyen en el sistema inmunológico, propiciando el inicio de la respuesta inflamatoria descontrolada.
La EII se manifiesta principalmente a través de dos patologías con características distintivas. La Colitis Ulcerosa afecta de manera continua la capa interna del intestino grueso, manifestándose con diarreas sanguinolentas y urgencia. Por su parte, la Enfermedad de Crohn es más versátil y puede atacar cualquier segmento del tubo digestivo, causando cuadros variables de dolor abdominal, malabsorción y pérdida de peso; esta última, hasta hace poco poco habitual en Argentina, exhibe ahora un sostenido aumento.
El desafío sanitario se centra en el diagnóstico precoz. Los síntomas iniciales (diarrea persistente, dolor, sangrado) son a menudo confundidos con el Síndrome de Intestino Irritable, lo que retrasa la consulta y la intervención terapéutica, incrementando el riesgo de complicaciones severas, como obstrucciones, perforaciones e incluso cáncer colorrectal. Afectando tradicionalmente a adultos jóvenes (20-30 años), la preocupación médica se extiende ahora al creciente número de diagnósticos en población infantil y adulta mayor.
En respuesta al desafío epidemiológico, el horizonte terapéutico se expande con optimismo. Además del perfeccionamiento de los tratamientos biológicos de última generación, los especialistas destacan las investigaciones en curso sobre nuevos fármacos de mecanismo de acción dirigido. Una de las vías más innovadoras explora el uso de bacteriófagos (virus que atacan bacterias específicas) para modular la microbiota intestinal sin alterarla por completo, abriendo la puerta a terapias personalizadas para controlar la inflamación crónica.
El mensaje de los gastroenterólogos es unánime: ante la presencia de síntomas digestivos persistentes, la consulta temprana es imperativa para evitar la progresión de la enfermedad. La gestión de la EII demanda un enfoque multidisciplinario que, apoyado en estos nuevos avances terapéuticos, puede garantizar una remisión sostenida, permitiendo a los pacientes recuperar la calidad de vida que esta enfermedad autoinmune sistémica amenaza constantemente.