La inminente proximidad de las elecciones ha vuelto a poner bajo la lupa la evolución del tipo de cambio, generando una expectativa de devaluación en el mercado. Analistas consultados por el Banco Central (BCRA) coinciden en que la incertidumbre política y la necesidad de ajustar la brecha cambiaria impulsarán el valor del dólar hacia fin de año. Si bien las proyecciones varían, la mayoría de los expertos prevén una escalada significativa que pondrá a prueba la capacidad de intervención del Gobierno.
El consenso de los especialistas que participan en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA proyecta un valor del dólar oficial que superaría las expectativas previas. Esta suba responde a una combinación de factores, entre los que destacan la inflación persistente, la escasez de reservas en el Banco Central y la lógica de un reajuste post-electoral. La historia reciente muestra que los períodos de transición política suelen venir acompañados de movimientos cambiarios bruscos, y esta vez no parece ser la excepción.
Expertos del sector financiero señalan que la brecha entre el dólar oficial y los tipos de cambio paralelos, como el «contado con liquidación» y el «dólar MEP», es insostenible en el largo plazo. La presión devaluatoria se acumula y el resultado electoral podría ser el detonante para una corrección. «El Gobierno, sea cual sea, necesitará sincerar los precios de la economía», afirma un economista de una importante consultora, indicando que el valor del dólar oficial se ha mantenido artificialmente bajo en comparación con el ritmo inflacionario y la evolución de los precios internacionales.
La expectativa de un salto cambiario genera un efecto inmediato en el comportamiento de los agentes económicos. Las empresas tienden a adelantar compras de insumos y postergar exportaciones, mientras que los ahorristas buscan refugio en la divisa estadounidense. Este comportamiento, conocido como «la corrida», acelera la presión sobre el tipo de cambio y obliga al Banco Central a tomar medidas restrictivas, como mayores controles de capital o, en última instancia, una devaluación abrupta.
La suba del dólar, aunque necesaria para corregir desequilibrios, no está exenta de consecuencias negativas. Se espera un impacto directo sobre los precios de bienes y servicios, especialmente los importados, lo que podría avivar aún más la inflación. Sectores como el comercio y la industria, dependientes de insumos extranjeros, se verán obligados a reajustar sus estructuras de costos, lo que podría traducirse en una caída del poder adquisitivo y un freno en la actividad económica.
Mirando hacia el futuro, la evolución del dólar dependerá en gran medida de las políticas que adopte el próximo gobierno. Una estrategia de consolidación fiscal, junto con un plan de estabilización y la búsqueda de nuevas fuentes de financiamiento externo, podría contribuir a moderar las expectativas de devaluación. Sin embargo, si la incertidumbre política persiste y no se abordan los desequilibrios de fondo, la volatilidad cambiaria podría convertirse en un rasgo permanente de la economía, afectando la estabilidad y el crecimiento del país.
