El peronismo argentino se encuentra en una encrucijada estratégica de cara a las elecciones de octubre, buscando capitalizar el optimismo electoral que lo acompaña, pero enfrentando una profunda división interna. La principal fuente de tensión reside en la propuesta de desdoblar la elección provincial bonaerense, una movida que genera un debate encarnizado entre las distintas facciones del movimiento. Mientras el gobernador Axel Kicillof y un sector de los intendentes impulsan la medida con la esperanza de fortalecer la candidatura presidencial, la «mesa de los 8» y un ala más tradicional del partido la rechazan, argumentando que podría fracturar aún más el voto peronista en una elección nacional clave.
El desdoblamiento bonaerense es visto por sus defensores como una jugada maestra que permitiría a Kicillof, con una alta valoración en la provincia, traccionar votos en su territorio sin atar su suerte a la contienda presidencial. La lógica es que una victoria contundente a nivel provincial podría generar un «efecto arrastre» a favor del candidato presidencial del peronismo. Sin embargo, los opositores a la medida temen que, al separar las elecciones, se debilite la movilización del electorado y se pierda el impulso que la candidatura presidencial podría aportar en una provincia electoralmente tan decisiva.
La controversia se ha exacerbado con la irrupción de figuras como Máximo Kirchner, quien ha respaldado públicamente la idea del desdoblamiento, y Sergio Massa, cuya postura ambigua lo posiciona como un actor clave en la mediación. Esta puja de poder no es menor, ya que los resultados en la provincia de Buenos Aires suelen ser determinantes para el desenlace de la elección presidencial. La postura de los intendentes, que ven en Kicillof un líder consolidado en sus distritos, contrasta con la de los sectores que priorizan una estrategia nacional unificada.
Fuentes cercanas a la dirigencia peronista señalan que la mesa de discusión es permanente, pero las posturas están muy lejos de acercarse. La decisión final, que impactará no solo en el futuro del peronismo sino en el panorama político nacional, pende de un hilo. El tiempo corre y la presión por alcanzar un consenso antes del cierre de listas se intensifica. El peronismo, que históricamente ha sabido cohesionarse ante los desafíos, se enfrenta ahora a una prueba de fuego que pondrá a prueba su capacidad de superar las diferencias internas en pos de un objetivo común.
A este complejo panorama se suma el rol del oficialismo nacional, que observa con atención la interna peronista, buscando capitalizar cualquier fisura que pueda debilitar a su principal adversario. La estrategia oficialista se basa en resaltar la división interna del peronismo y contrastarla con una supuesta unidad de su propia coalición, buscando captar a los votantes indecisos o desencantados con las disputas del peronismo.
El desenlace de esta batalla interna tendrá repercusiones que van más allá de las próximas elecciones. Una victoria de la tesis del desdoblamiento podría consolidar la figura de Kicillof como líder indiscutido del peronismo bonaerense, mientras que su rechazo fortalecería a los sectores que priorizan la construcción de una estrategia nacional y unitaria. La definición no solo definirá la forma en que el peronismo enfrentará las próximas elecciones, sino que también marcará el liderazgo y la dirección política del movimiento en los próximos años.