El ministro de Economía argentino, Luis Caputo, ha iniciado en Washington una ronda de conversaciones decisivas con el secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, para sellar un paquete de salvataje financiero que busca inyectar estabilidad en las reservas del Banco Central y blindar el programa económico del Gobierno. La trascendencia de este acuerdo supera lo puramente financiero, pues se inscribe en una estrategia coordinada entre la Casa Blanca y el Palacio de Hacienda, ratificando la alianza estratégica entre las administraciones de Javier Milei y el presidente Donald Trump.
Las herramientas puestas a disposición por el Tesoro estadounidense son variadas y de gran calado, incluyendo la posible compra de bonos argentinos en dólares, la provisión de crédito stand-by y, de forma destacada, un potencial swap de hasta 20.000 millones de dólares. Estas opciones representan un respaldo fundamental para el programa de ajuste fiscal y estabilización monetaria que lleva adelante el Ministerio de Economía. No obstante, la concreción del acuerdo depende del mecanismo de financiamiento, un punto que desnudó fricciones políticas internas en Washington.
El principal escollo radica en la delicada política interna norteamericana. El Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro, que atesora unos 24.000 millones de dólares, está inmerso en la disputa presupuestaria entre Republicanos y Demócratas en el Capitolio. Utilizar directamente fondos públicos sensibles representaría un costo político significativo para la administración Trump, que busca evitar la imagen de ceder millones a un país con un historial de inestabilidad. La solución técnica apuntada es ingeniosa: recurrir a los Derechos Especiales de Giro (DEG) controlados por el FMI, una opción más sencilla de explicar a la opinión pública estadounidense que el uso de «dólares contantes y sonantes».
En esta arquitectura de apoyo, la influencia de organismos internacionales y figuras políticas clave es innegable. La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Kristalina Georgieva, ha expresado públicamente su alineamiento con el Tesoro para facilitar el acuerdo, trabajando en la preparación del informe técnico que Bessent deberá presentar al Congreso si el salvataje excede los seis meses. Esta coordinación entre el FMI y el Tesoro de EE. UU. evidencia un consenso internacional para sostener el plan económico de Milei, a pesar de «ciertas dudas técnicas y políticas que acechan al staff y al directorio» del Fondo.
Sin embargo, el respaldo financiero tiene un precio geopolítico explícito. La Casa Blanca habría solicitado dos condiciones sine qua non al gobierno argentino: el logro de un acuerdo político interno para contener el avance del kirchnerismo y el enfriamiento total de las relaciones económicas y financieras con China. En este punto, la diplomacia paralela de Mauricio Macri ha jugado un rol de interlocutor clave. El expresidente, en contacto directo con Donald Trump y altos funcionarios republicanos, ha reiterado la necesidad de que Milei teja alianzas políticas para asegurar un triunfo en las elecciones presidenciales de 2027, consolidando la preferencia de Washington por un alineamiento total.
La inminente materialización de este acuerdo no solo proveerá un escudo cambiario vital, sino que marcará una profundización del giro estratégico de la política exterior y económica argentina hacia una órbita indiscutiblemente occidental y pro-Washington. El desafío para el presidente Milei será ahora traducir las exigencias de la Casa Blanca en consensos domésticos, demostrando que está en condiciones de cumplir con las severas condiciones geopolíticas impuestas para mantener este fundamental flujo de capital y respaldo internacional.