Washington, 3 de septiembre de 2025 — La campaña del expresidente Donald Trump para regresar a la Casa Blanca ha intensificado su ofensiva contra los cárteles de la droga, una estrategia que no solo busca fortalecer la seguridad interna de Estados Unidos, sino que también ha puesto en jaque la estabilidad del régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. La propuesta, que incluye la designación de los cárteles como «organizaciones terroristas extranjeras», ha generado un efecto dominó que expone la presunta complicidad del gobierno venezolano en el narcotráfico y el crimen organizado.
La retórica de Trump, centrada en la «seguridad nacional», se ha endurecido al punto de proponer operaciones militares contra las estructuras de los cárteles en suelo latinoamericano, en una estrategia que, según sus asesores, es necesaria para frenar el flujo de fentanilo y otras drogas que ingresan a Estados Unidos. Esta postura es una continuación de su política de «máxima presión» que aplicó durante su mandato, pero con una escalada que ahora apunta directamente a los vínculos entre los grupos criminales y los regímenes autoritarios de la región.
El régimen de Maduro se encuentra en el centro de la controversia. Informes de inteligencia y de diversas agencias estadounidenses, como la DEA, han señalado a altos funcionarios venezolanos por su presunta participación en el narcotráfico, incluyendo la llamada «Operación Sol y Sombra», que involucra el tráfico de cocaína a través de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. La acusación formal de Washington a Maduro y otros líderes chavistas por cargos de narcoterrorismo, emitida en 2020, se ha vuelto un punto central en el discurso de campaña de Trump, quien argumenta que el gobierno venezolano es un «narcoestado».
La presión de la campaña de Trump se suma a las sanciones existentes y a la labor de la justicia estadounidense, que busca capturar a líderes del régimen de Maduro con recompensas millonarias. Para el gobierno de Caracas, la arremetida de Trump no es solo una amenaza electoral, sino un riesgo real que podría llevar a una mayor inestabilidad interna y a una escalada de la confrontación con Estados Unidos. Analistas internacionales señalan que la posible victoria de Trump podría significar un endurecimiento sin precedentes de las políticas hacia Venezuela, alejando cualquier posibilidad de diálogo y acercamiento.
La situación se complica aún más con la reciente detención de un agente de la DEA en territorio venezolano. Este incidente, considerado un acto de agresión por parte de las autoridades estadounidenses, ha avivado el fuego diplomático y legal entre ambos países. Para la campaña de Trump, este tipo de acciones demuestran la «impunidad» con la que opera el régimen de Maduro, y refuerzan la necesidad de una mano dura para combatir el crimen transnacional y proteger los intereses de Estados Unidos.
La postura de Donald Trump ha obligado a la administración actual a reevaluar su enfoque hacia la región. Mientras que la Casa Blanca ha optado por una política más matizada, la presión de Trump y el Congreso por una acción más contundente podría llevar a un cambio de rumbo en la política exterior estadounidense. En este sentido, la lucha contra los cárteles y el narcotráfico no es solo un tema de seguridad, sino un arma política que podría definir el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, especialmente con Venezuela.