Lo que inició como una operación de ataque preventivo por parte de Israel contra Irán, argumentada bajo la premisa de desmantelar el programa nuclear iraní, ha escalado rápidamente transformándose en una ofensiva militar sostenida. Esta escalada no solo ha golpeado capacidades estratégicas de Teherán, sino que ha comenzado a generar una profunda desestabilización dentro del régimen teocrático, reconfigurando la dinámica geopolítica del Medio Oriente y atrayendo la atención de las principales potencias globales.
La justificación inicial de Israel, según declaraciones del primer ministro Benjamin Netanyahu, se centró en la necesidad imperante de neutralizar lo que Tel Aviv considera un desarrollo inminente de armas atómicas por parte de Irán. Esta preocupación de larga data por parte de Israel sobre las ambiciones nucleares iraníes ha sido un motor constante de tensiones en la región, llevando a numerosas amenazas y acciones encubiertas antes de esta ofensiva a gran escala.
La ofensiva actual ha tenido un impacto significativo en las capacidades militares de Irán, particularmente en lo que respecta a su infraestructura y desarrollo nuclear. Reportes de inteligencia, aunque no confirmados por fuentes independientes, sugieren golpes precisos a instalaciones clave. Esto ha generado una presión sin precedentes sobre la cúpula del liderazgo iraní, encabezada por el ayatolá Ali Jamenei, quien enfrenta un dilema entre la retaliación y la contención de un conflicto de mayores proporciones.
La respuesta de Jamenei y la limitada capacidad de movilización de apoyos regionales efectivos por parte de Teherán se han hecho patentes. A pesar de contar con aliados como Hamás en Gaza, Hezbolá en Líbano y los Hutíes en Yemen, el respaldo explícito a una confrontación directa contra Israel se ha mantenido tibio, reflejando quizás una falta de cohesión o una reevaluación estratégica por parte de estos actores frente a la contundencia de la respuesta israelí.
A nivel internacional, la situación ha polarizado a la comunidad global. Mientras Estados Unidos y algunos de sus aliados occidentales han expresado su apoyo a Israel, naciones como China y Rusia han mantenido una postura más cautelosa, instando a la desescalada y criticando la unilateralidad de la acción israelí. Esta división dificulta la búsqueda de una solución diplomática y podría prolongar la incertidumbre en la región.
Las implicancias a largo plazo de esta ofensiva son considerables. La presión interna y externa sobre el régimen de Jamenei podría llevar a cambios significativos en la estructura de poder en Teherán. La posibilidad de un reordenamiento geopolítico en el Medio Oriente, con la caída o el debilitamiento sustancial del régimen teocrático iraní, no es solo una especulación, sino un escenario que está siendo activamente analizado por expertos en relaciones internacionales, lo que podría redefinir alianzas y conflictos en la región por décadas.