A sus 90 años, José «Pepe» Mujica sigue siendo faro de la política latinoamericana. En su reciente visita a México, el ex presidente uruguayo repitió una de sus máximas: «La pobreza no es natural, la creamos con estructuras injustas». Sus discursos, mezcla de pragmatismo y poesía rural, siguen virales.
Mujica, quien gobernó Uruguay entre 2010 y 2015, revolucionó el debate global con su estilo austero (donaba el 90% de su sueldo) y su defensa de la marihuana legal o el matrimonio igualitario. «No soy pobre, soy sobrio», corrigió una vez a la prensa, mostrando su vieja camioneta Volkswagen.
En 2025, sus críticas al consumismo resuenan más que nunca: «El desarrollo no puede ser enemigo de la felicidad», dijo en la COP30, donde alertó sobre la «esclavitud del crecimiento infinito». Sus libros, traducidos a 20 idiomas, son bestsellers en Europa.
Aunque retirado de la política activa, sigue influyendo: asesora a gobiernos progresistas y recibe a jóvenes en su chacra de Ruta 8. «La política es dar amor, no acumular poder», les repite. Su salud es frágil, pero su lucidez intacta.
Historiadores lo comparan con Gandhi o Mandela por su coherencia. «Mujica demostró que otra política es posible», afirmó el nobel Adolfo Pérez Esquivel. Hasta el Vaticano estudia incluir sus textos en seminarios.
Mientras el mundo se debate entre crisis climáticas y polarización, el «viejo Pepe» sigue plantando árboles y sembrando ideas. Su legado ya es patrimonio de América Latina.