Las universidades públicas argentinas retrocedieron en el QS World University Ranking 2025, según el informe publicado este lunes, encendiendo las alarmas sobre la sostenibilidad del sistema de educación superior. La Universidad de Buenos Aires (UBA), aunque sigue siendo la mejor posicionada del país, descendió al puesto 95, mientras que otras casas de estudio salieron del top 500.
El informe destaca como principal factor de caída la disminución en la inversión en investigación, sumado a la fuga de talentos y el deterioro de la infraestructura académica. “La falta de financiamiento sostenido para ciencia y tecnología pone en riesgo la competitividad internacional de nuestras universidades”, advirtió el especialista en educación superior Guillermo Jaim Etcheverry.
Los recortes presupuestarios aplicados por el Gobierno en 2024 afectaron especialmente a proyectos de investigación, becas y convenios internacionales. Si bien el Ministerio de Capital Humano anunció recientemente una actualización del presupuesto para gastos operativos, los rectores advierten que aún no hay fondos asignados para programas científicos estratégicos.
En declaraciones a medios locales, autoridades universitarias insistieron en que “sin una política de Estado en educación superior, Argentina seguirá perdiendo capacidades técnicas y formativas claves para su desarrollo”. La Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad Nacional de La Plata también registraron caídas en el ranking y alertaron sobre la deserción estudiantil creciente.
La caída en el ranking también refleja un menor impacto de las universidades argentinas en publicaciones científicas internacionales y menor empleabilidad de sus egresados en comparación con años anteriores. Estos indicadores afectan no solo la imagen institucional, sino también la atracción de estudiantes extranjeros y convenios internacionales.
Si no se revierte la tendencia actual, expertos temen una pérdida estructural de calidad en el sistema universitario argentino, con consecuencias directas en la formación profesional, la innovación tecnológica y el desarrollo económico del país. La inversión en conocimiento, sostienen, no puede quedar fuera de las prioridades estratégicas nacionales.