El presidente Javier Milei aprovechó su reciente visita a Chaco, en el marco de la campaña electoral para las elecciones de medio término, para reintroducir la figura de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el debate político, bajo un lema de fuerte polarización: «Libertad o tobillera». La consigna surgió a raíz de un particular obsequio recibido de un adherente: la réplica de una pierna de mujer con una tobillera electrónica, un símbolo que remite directamente a las causas judiciales y las prisiones domiciliarias vinculadas a exfuncionarios del kirchnerismo.
El gesto, rápidamente viralizado en redes sociales, no fue un acto aislado, sino una clara maniobra de campaña para galvanizar a la base de votantes libertarios a través de la retórica antisistema y anticorrupción. Al tomar la réplica y exhibirla ante la multitud que lo acompañaba en Resistencia, Milei logró asociar la figura de su principal adversaria política, Cristina Kirchner, con la idea de la «casta» que debe responder ante la Justicia. El mensaje es doble: por un lado, exalta la «libertad» como valor fundacional de su movimiento; por otro, advierte sobre un posible retorno al «modelo del pasado» que, según el oficialismo, encarna la corrupción y la impunidad.
La estrategia presidencial de llevar la campaña al norte del país, incluyendo un encuentro con el gobernador radical de Chaco, Leandro Zdero, se combina con esta retórica confrontativa, buscando mantener encendida la llama de la grieta como motor electoral. El uso de símbolos visuales y lemas directos como el de la «tobillera» simplifica un debate complejo y lo instala en la conversación cotidiana de los votantes, reforzando la narrativa de que la elección actual no es solo sobre el Congreso, sino sobre el modelo de país: la continuidad de las reformas libertarias frente a una potencial restauración del kirchnerismo.
Expertos en comunicación política señalan que este tipo de acciones, si bien son efectivas para movilizar al núcleo duro, también representan un riesgo de desviar la atención de los problemas económicos y sociales que atraviesan las provincias. Sin embargo, en un contexto de alta volatilidad y descontento, el presidente parece apostar a que la apelación a la justicia y la denuncia de la corrupción del pasado son argumentos más potentes para consolidar el voto propio y atraer a indecisos que el foco en la gestión.
La alusión a la «tobillera» revive discusiones judiciales sensibles. Si bien la propia Cristina Kirchner nunca fue condenada a prisión domiciliaria con tobillera electrónica, el símbolo se ha asociado mediáticamente a las causas de corrupción que involucraron a su gobierno y a funcionarios de su círculo. La polarización, en este sentido, trasciende lo meramente político y se inscribe en un campo de batalla ético y moral que el oficialismo explota con fines proselitistas.
En definitiva, la postal de Milei con la «pierna y tobillera» en Chaco sella un capítulo más en la campaña electoral, proyectando una elección de alto voltaje donde el presidente no duda en utilizar la confrontación directa como herramienta principal. La elección del lema «Libertad o tobillera» no solo busca interpelar a los votantes sobre las figuras políticas del pasado, sino también cimentar la idea de que los comicios de medio término son un plebiscito sobre la dirección de su gobierno y la posibilidad de sepultar definitivamente las opciones políticas que él denomina la «casta».