Matías Ozorio, sindicado como la mano derecha del capo narco «Pequeño J», arribó al país tras ser expulsado de Perú, donde se había refugiado. Su llegada, bajo un fuerte operativo de seguridad, marca un avance significativo en la causa de narcotráfico que conmociona a la provincia de Corrientes y evidencia la creciente colaboración entre agencias de seguridad sudamericanas para desarticular redes criminales transnacionales.
Ozorio fue capturado en Perú después de una intensa búsqueda internacional, confirmando su rol clave como presunto operador financiero y logístico de Julio César «Pequeño J» Salgán, el líder de una de las organizaciones de tráfico de drogas más importantes de la región litoral. La extradición/expulsión es el resultado de la coordinación entre la Policía Federal Argentina, Interpol y las autoridades peruanas, un paso fundamental para que la Justicia argentina pueda avanzar en el esclarecimiento total de la estructura y el modus operandi del clan narco.
Según los expedientes judiciales, la banda liderada por Salgán y con Ozorio como uno de sus principales eslabones, utilizaba la hidrovía Paraná-Paraguay y las rutas terrestres para ingresar y distribuir grandes cargamentos de estupefacientes, principalmente marihuana, provenientes de países vecinos. La investigación ha revelado un complejo entramado de lavado de activos y conexiones políticas y policiales que facilitaban la impunidad de la organización.
La figura de Ozorio es crucial para los investigadores, ya que se espera que su testimonio o la información obtenida de sus bienes y comunicaciones permitan desentrañar las ramificaciones de la red. Esto incluye la identificación de los posibles encubrimientos y complicidades institucionales que habrían permitido a la banda operar durante años con impunidad en el noreste argentino, un área geográfica sensible por su cercanía a las fronteras.
Este golpe al narcotráfico transnacional se enmarca en la política de «tolerancia cero» contra el crimen organizado impulsada por el Gobierno. La detención y rápida expulsión de Ozorio sirve como mensaje de la eficacia de la cooperación regional en la lucha contra el narcotráfico y el lavado de dinero. Los analistas de seguridad señalan que la efectividad de las expulsiones y extradiciones rápidas es un factor disuasorio clave para quienes buscan refugio en otros países.
Con Ozorio ya a disposición de la Justicia Federal, el foco se pone ahora en la etapa de indagatorias y en la posibilidad de que su detención acelere la obtención de pruebas para desmantelar el patrimonio ilícito de la banda. El desafío para la Justicia es utilizar esta pieza clave para exponer la totalidad de la red, incluyendo a cualquier figura de poder que haya actuado como facilitadora.