La convocatoria al diálogo que realizó el presidente Javier Milei no ha logrado disipar la profunda desconfianza de los gobernadores, quienes ven la iniciativa como una maniobra política sin contenido real. Ante la falta de avances y la percepción de que la «Mesa de Diálogo» es solo un espacio para la foto, los mandatarios provinciales se organizan para mostrar su poderío y sus reclamos en la «cumbre» que se celebrará en Córdoba. Esta movilización representa un punto de inflexión en la relación entre las provincias y el gobierno central, donde se pondrá a prueba la capacidad de negociación de ambas partes.
La cumbre en Córdoba, convocada por el gobernador de esa provincia, Martín Llaryora, se perfila como una respuesta contundente a la estrategia del gobierno nacional. Los gobernadores de Juntos por el Cambio, la Unión Cívica Radical y el peronismo federal, entre otros, han confirmado su asistencia para consensuar una agenda de reclamos. El principal punto de conflicto es el reclamo de fondos de coparticipación que el gobierno central retiene de manera unilateral, así como la eliminación de obras públicas y la paralización de proyectos vitales para el desarrollo regional. Según fuentes cercanas a los mandatarios provinciales, la idea es presentar un frente unido y plantear sus propias condiciones para cualquier negociación.
La desconfianza no es un fenómeno reciente. La relación entre la Nación y las provincias ha estado marcada por tensiones desde el inicio de la gestión de Milei. El fracaso de la Ley Ómnibus, la eliminación del Fondo de Incentivo Docente (FONID) y las continuas amenazas de recortes presupuestarios han deteriorado el vínculo, haciendo que los gobernadores duden de la sinceridad de cualquier propuesta de diálogo. En este contexto, la cumbre en Córdoba no solo busca negociar, sino también demostrar que las provincias no están dispuestas a ceder su autonomía y su poder de negociación.
La cumbre de Córdoba no solo es una muestra de fuerza, sino también un intento de los gobernadores por reafirmar el federalismo. El debate central girará en torno a la necesidad de una nueva Ley de Coparticipación, que garantice una distribución de recursos más equitativa y transparente. Este es un reclamo histórico de las provincias, que ven cómo el gobierno central se apropia de la mayor parte de los ingresos, mientras que las responsabilidades de gasto recaen sobre ellas. La agenda que se consensúe en Córdoba será la base de la negociación futura con el gobierno nacional, y los mandatarios provinciales no están dispuestos a ceder en este punto.
Expertos en derecho constitucional y finanzas públicas señalan que la situación actual es insostenible. La retención de fondos por parte del gobierno nacional es un ataque al sistema federal y debilita la capacidad de las provincias para prestar servicios esenciales a sus ciudadanos. «La falta de previsibilidad en la entrega de fondos y la discrecionalidad en la asignación de recursos paralizan la gestión provincial y pone en riesgo el cumplimiento de las obligaciones básicas del Estado», comentó un analista de la Universidad de Buenos Aires. El desafío para el gobierno de Milei será demostrar que está dispuesto a dialogar de manera sincera, y no solo a imponer sus condiciones.
La cumbre en Córdoba marca un antes y un después en la relación de las provincias con el poder central. Si el gobierno de Milei ignora la agenda de reclamos de los gobernadores, el conflicto se profundizará, lo que podría derivar en un bloqueo legislativo y una mayor confrontación. Por el contrario, si el gobierno central muestra una genuina voluntad de diálogo y negociación, podría sentar las bases para una nueva etapa de cooperación. El futuro de la relación entre la Nación y las provincias dependerá de la capacidad de ambas partes para encontrar un punto de acuerdo que respete los principios del federalismo y las necesidades de los ciudadanos.