El mercado de cambios argentino ingresa en una fase de alta complejidad a partir de hoy, enfrentando un escenario donde la liquidación de divisas del sector agrícola se desacelera drásticamente, y la demanda de dólares se proyecta en alza ante la proximidad de las elecciones en la provincia de Buenos Aires. Esta coyuntura plantea un desafío significativo para el Gobierno, que busca contener la presión sobre el tipo de cambio a través de tasas de interés elevadas y una rápida absorción de pesos. La reciente baja del dólar oficial y financiero, impulsada por el incentivo temporal de retenciones al agro, se vislumbra como un respiro efímero ante la inminente escasez de oferta y el persistente atesoramiento del público.
La finalización del esquema de baja temporal de retenciones ha marcado el fin de un ciclo de ingreso de divisas que, aunque breve, logró estabilizar la cotización del dólar oficial en torno a los $1.275. Sin embargo, analistas como Fundación Capital ya advierten sobre una probabilidad del 50% de que el tipo de cambio oficial alcance el techo de la banda de flotación. Esta proyección se sustenta en la confluencia de dos factores críticos: una reducción en la oferta de dólares, dada la pausa en las liquidaciones del campo, y un aumento anticipado de la demanda, impulsado por la dolarización de carteras en un contexto preelectoral. El atesoramiento de divisas por parte del público se ha mantenido en niveles significativos, superando los USD 2.000 millones mensuales desde abril, tendencia que podría intensificarse en agosto con la vista puesta en los comicios bonaerenses de septiembre.
La acumulación de reservas es otro frente de preocupación para el equipo económico. A pesar de una colocación de BONTE 2030 en pesos, suscripta en moneda extranjera, que sumó USD 1.500 millones, y compras del Tesoro que aportaron otros USD 600 millones, el objetivo de captar USD 7.000 millones para fin de año luce cada vez más distante. Expertos como Carlos Melconian estiman que las reservas netas del Banco Central son actualmente negativas en USD 8.000 millones, una cifra que, según sus proyecciones, no cambiará sustancialmente en lo que resta del año. Este panorama sombrío subraya la fragilidad de la posición cambiaria del país, incluso con la expectativa de un desembolso del FMI por USD 2.000 millones a fin de mes.
El Gobierno ha desplegado un arsenal de herramientas para contener la demanda de divisas. Una de las estrategias ha sido el incremento de su actividad en el mercado de dólar futuro, ofreciendo cobertura barata para empresas e inversores y desviando así parte de la demanda del mercado spot. Sin embargo, la medida más relevante en esta etapa es el contundente aumento de las tasas de interés. Tras la última licitación de títulos del Tesoro, las Lecap de corto plazo ofrecen rendimientos superiores al 45% anual, o 2,9% mensual. Esta política de tasas reales positivas, combinada con la absorción de pesos por parte del Banco Central a través de pases pasivos y el próximo aumento de encajes para depósitos a la vista de fondos de inversión, busca “ahogar” cualquier intento de presión sobre el tipo de cambio.
La estrategia oficial apuesta a que tasas de interés elevadas y una estricta política de absorción monetaria desincentiven la dolarización, llevando a los inversores a optar por los instrumentos en pesos que, actualmente, superan ampliamente la inflación. La eficacia de estas medidas se pondrá a prueba en las próximas semanas, cuando la dinámica del mercado revele si las tasas actuales son suficientes para anclar las expectativas o si el mercado comenzará a anticipar un tipo de cambio más cercano a los $1.400. La ecuación es compleja: el Gobierno busca generar atractivo por la moneda local mientras lidia con la estacionalidad de la liquidación agrícola y la habitual incertidumbre preelectoral que impulsa la demanda de activos dolarizados.
El desenlace de este complejo test cambiario no solo determinará la estabilidad económica en el corto plazo, sino que también influirá en el clima de inversión y en la percepción de los agentes económicos de cara a un calendario electoral crucial. La capacidad del Gobierno para mantener a raya el tipo de cambio en un escenario de escasez de oferta y aumento de la demanda será un indicador clave de su fortaleza y de la dirección que podría tomar la política económica en los meses venideros.