La ceremonia de inauguración de París 2024 fue vista por 300.000 parisinas y parisinos y más de mil millones de personas en todo el mundo. Muchos otros están descubriendo o descubrirán fragmentos de ella. Usted fue uno de sus creadores. Aún no ha entrado en detalles sobre sus intenciones. ¿Por qué?
Durante mucho tiempo estuvimos obligados a guardar el secreto, para proteger el elemento sorpresa que es inseparable de la idea misma de una fiesta. Entonces, el 15 de julio, mucho más tarde de lo previsto —pero ya se habrán dado cuenta de que el apresurado calendario electoral había interferido inesperadamente en nuestros planes—, el equipo de autores (Fanny Herrero, Leïla Slimani, Damien Gabriac y yo mismo) se presentó al público. Entonces pudimos hablar de las intenciones generales de la ceremonia sin desvelar nada. Ahora que la ceremonia ha tenido lugar, podemos hablar de ella con más libertad.
Sin embargo, me gustaría decir desde el principio que no abusaré de esta libertad de comentarios. Me complace hablarles hoy1, en el aliento de este acontecimiento que nos ha barrido a todos —porque nadie lo había visto en su totalidad, ni Thomas Jolly, ni su equipo, ni nadie—, pero después, y durante un tiempo, será mejor volver a guardar silencio. Lo que queríamos hacer es lo que ustedes han visto: un relato sin palabras, o casi, para poner en escena la capacidad de una ciudad de producir libremente imágenes que hablan al mundo entero.
La ceremonia tuvo lugar. Ahora existe para millones de personas, va más allá de nosotros. Ahora tenemos que dejar que las imágenes hagan lo suyo, sin saturarlas de palabras que las acompañen o canalicen. Ellas encontrarán su propio camino para alimentar los imaginarios de cada individuo, de una manera que sea a la vez íntima y solidaria: un solo momento, mil millones de recuerdos diferentes. Ya no somos los guardianes de esos imaginarios, dejemos que sigan su propio camino, felizmente indóciles, y produzcan sus efectos históricos.