El peronismo bonaerense se encuentra en un punto crítico de definiciones, marcado por una creciente tensión y una compleja negociación entre dos de sus figuras más influyentes: el gobernador Axel Kicillof y Máximo Kirchner, líder de La Cámpora. A medida que se aproximan los plazos para la conformación de listas electorales, las diferencias ideológicas y estratégicas profundizan las grietas internas, poniendo a prueba la unidad del movimiento y su capacidad de consolidar una alternativa de poder frente al escenario político nacional.
La raíz de este conflicto radica en la conformación de las listas seccionales y las internas municipales. Si bien existe un acuerdo tácito para presentar listas conjuntas en los próximos comicios, la unidad política es frágil. El Movimiento Derecho al Futuro (MDF), la agrupación que respalda a Kicillof, aspira a una influencia decisiva, buscando incidir en el 50% de las listas y tener voz directa en la elección de los cabezas de las ocho secciones electorales de la provincia. Esta demanda refleja el deseo del gobernador de afianzar su liderazgo y proyectar su autoridad más allá del Ejecutivo provincial.
Otro punto de fricción sustancial se centra en la temática principal que deberá adoptar la campaña electoral. Mientras el sector kirchnerista, liderado por Máximo Kirchner, insiste en que el eje central debe ser el pedido por la «liberación de Cristina Kirchner», alegando una condena y proscripción injusta, un segmento considerable de intendentes alineados con Kicillof disiente. Estos consideran que tal enfoque representa una «realidad paralela», alejada de las preocupaciones cotidianas de la ciudadanía, como el costo de vida, el cierre de empresas y la pérdida de empleos.
La cuestión del desdoblamiento electoral, la separación de los comicios provinciales y nacionales, también emerge como un elemento de discordia. Pese a una decisión tomada meses atrás en favor de la autonomía de la elección bonaerense, algunos intendentes cercanos a Cristina Kirchner presionan para revertir esta medida. Argumentan que el contexto político actual ha cambiado, lo que justificaría alinear la votación provincial con la nacional, buscando así un posible arrastre de votos que beneficie a todo el espectro peronista.
Las implicancias de esta disputa interna son profundas para el futuro del peronismo. La persistencia de estas tensiones podría derivar en una fractura que reconfigure el mapa de la oposición. La ambición de Kicillof de posicionarse como un candidato presidencial para 2027, con un margen de autonomía respecto a la influencia de Cristina Kirchner, añade una capa de complejidad a las negociaciones. Este factor de poder personal, sumado a las diferencias programáticas, alimenta una desconfianza y un resentimiento históricos entre ambos líderes.
En este escenario de alta volatilidad, la capacidad de las facciones peronistas para dirimir sus diferencias y construir una estrategia unificada será determinante. La búsqueda de un consenso que permita equilibrar las aspiraciones de liderazgo, las demandas territoriales y las prioridades de la agenda pública, sin sacrificar la coherencia ideológica, se presenta como el gran desafío. Solo a través de una verdadera articulación, que trascienda la coyuntura electoral, el peronismo podrá proyectarse como una fuerza política robusta y con posibilidades reales de recuperar el poder.