Este viernes al mediodía comenzará una huelga de 24 horas por parte de los empleados de Aerolíneas Argentinas, que amenaza con desestabilizar los planes de viaje de más de 37 mil pasajeros. La medida de fuerza, catalogada como un «piquete salvaje», ya ha provocado la cancelación de 319 vuelos, afectando tanto a las operaciones nacionales como internacionales. La huelga no se limitará a Aerolíneas Argentinas, sino que también se espera que impacte a las aerolíneas low cost y a compañías extranjeras que operan en el país.
El paro se enmarca en un creciente conflicto entre los sindicatos aeronáuticos y el Gobierno, con los trabajadores exigiendo mejoras salariales y condiciones laborales más seguras. Fuentes sindicales argumentan que la actual inflación ha erosionado su poder adquisitivo, y que las empresas aéreas no han cumplido con compromisos previamente acordados en mesas de diálogo. A pesar de intentos de negociación en las últimas semanas, la falta de acuerdo ha desembocado en este paro total.

El impacto en la infraestructura aérea será significativo. Según informes de Aeropuertos Argentina 2000, se estima que las operaciones en los principales aeropuertos del país estarán paralizadas durante toda la jornada, con especial énfasis en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y el Aeroparque Jorge Newbery. Además, los vuelos hacia destinos clave como Brasil, Chile, Estados Unidos y Europa se verán comprometidos, generando un caos en la conectividad aérea internacional del país.
La medida también afecta a aerolíneas de bajo costo, como Flybondi y JetSMART, que han alertado a sus pasajeros sobre las posibles demoras y cancelaciones. Si bien estas compañías operan de forma independiente a Aerolíneas Argentinas, los trabajadores de los gremios aeronáuticos que prestan servicios en todos los aeropuertos del país participan de la protesta, por lo que la paralización es casi total en el sector aéreo.
El Gobierno ha reaccionado con rapidez, anunciando la posibilidad de activar la normativa de «esencialidad» en los servicios de transporte aéreo. Esta reglamentación, que podría entrar en vigor si la huelga se prolonga, obligaría a ciertos trabajadores a mantener operaciones mínimas para evitar un colapso total del sistema de transporte aéreo. No obstante, la implementación de esta medida ha sido criticada por los gremios, quienes argumentan que el derecho a la huelga debe ser respetado.
El Ministerio de Trabajo también ha convocado a una reunión de urgencia para intentar mediar en el conflicto, pero hasta el momento no ha habido señales de que los sindicatos estén dispuestos a levantar la medida de fuerza. En las últimas horas, representantes sindicales han reafirmado su postura, indicando que las demandas salariales son innegociables y que no cederán hasta obtener una respuesta concreta por parte de las autoridades.
Los pasajeros afectados han expresado su frustración en redes sociales, donde muchos han denunciado la falta de información clara por parte de las aerolíneas y la imposibilidad de reprogramar sus vuelos en un corto plazo. Los servicios de atención al cliente se han visto saturados, y las aerolíneas han emitido comunicados solicitando paciencia mientras intentan reorganizar las operaciones para los días posteriores a la huelga.

Este tipo de conflictos no es nuevo en el sector aéreo argentino. En los últimos años, las huelgas y protestas de los trabajadores aeronáuticos se han vuelto frecuentes, en gran parte debido a la complicada situación económica que atraviesa el país y las dificultades que enfrentan las empresas para ajustar sus costos operativos. Sin embargo, esta protesta en particular destaca por su magnitud y por el impacto que tendrá en miles de personas.
Las pérdidas económicas derivadas de esta huelga son considerables. Expertos del sector estiman que, además de los 37 mil pasajeros afectados, las aerolíneas perderán millones de dólares en ingresos, sin contar los costos adicionales relacionados con la atención de los pasajeros, reembolsos y compensaciones.
Mientras tanto, el país enfrenta el desafío de mantener su conectividad aérea en un contexto de creciente conflictividad laboral, lo que podría tener repercusiones a largo plazo en la reputación de Argentina como destino turístico y en la confianza de los inversores internacionales.