El ambiente político en la Casa Rosada se ha enrarecido significativamente a solo dos semanas de las elecciones generales, marcado por una profunda interna que amenaza con un «reseteo» en la cúpula del poder. Dirigentes de alto rango del PRO, la coalición de apoyo, han deslizado una advertencia cruda sobre la fragilidad del Gobierno, preguntando si son «conscientes de que estuvieron a dos semanas de que se prendan las aspas del helicóptero», un fantasma que evoca las peores crisis institucionales argentinas y subraya la gravedad del momento.
La contienda palaciega no es menor, pues define qué sector de la mesa chica presidencial impondrá el diagnóstico político para la segunda mitad del mandato libertario, con el consecuente impacto en las decisiones de gestión y la eventual composición del Gabinete Nacional. Esta disputa se desarrolla a pesar de la crítica coyuntura electoral, dificultando la concentración en las urgencias de la administración y la conexión con la base política que el oficialismo necesita robustecer.
Un consenso transversal entre los principales allegados al Presidente —incluyendo el entorno de Karina Milei, Santiago Caputo y Guillermo Francos— es que el esquema actual de funcionamiento «requiere un reseteo» urgente, que implica tanto una reasignación de tareas como de funcionarios. El agotamiento y los cortocircuitos han llegado a tal punto que encuentros privados han cesado, limitando la interacción a las reuniones de mesa política o de Gabinete.
Esta situación de desorden interno genera una tensión adicional por las demandas externas. Fuentes diplomáticas indican que, si bien Estados Unidos se ha comprometido con el apoyo financiero para salvaguardar el programa económico, la contraparte ha sido un pedido explícito para que el Gobierno «ordene la política interna» y adecúe su gestión. El objetivo es claro: eficientizar el diálogo con los gobernadores y la oposición en el Congreso, elementos clave para la gobernabilidad y la aprobación de reformas estructurales.
El dilema de la reconfiguración interna implica un juego de suma cero para la actual mesa de poder. Un posible empoderamiento del asesor presidencial, Santiago Caputo, podría significar un correlato en la disminución de la influencia de figuras clave como el Jefe de Gabinete y el sector «menemista» en las negociaciones políticas. Altos integrantes del círculo íntimo han manifestado su disposición a dar un paso al costado si el Presidente lo considera necesario para mejorar el funcionamiento, lo que evidencia el profundo desgaste que ha provocado la interna.
La resolución de esta crisis de gestión y poder es inminente y podría definirse inmediatamente después de los comicios, independientemente del resultado electoral. El veredicto del Presidente Javier Milei sobre la forma de gobernar marcará un punto de inflexión. Si no logra alinear a su tropa y establecer un esquema de funcionamiento coherente, la inestabilidad política podría erosionar la frágil estabilidad económica y complicar seriamente la gobernabilidad, haciendo de la búsqueda de consensos una tarea titánica en el escenario post-electoral.