Florencio Varela, 25 de septiembre de 2025. Un brutal triple femicidio ha conmocionado a la sociedad, revelando un nuevo y escalofriante nivel de violencia criminal. Las jóvenes Brenda del Castillo, de 20 años, Morena Verdi, de 20, y Lara Gutiérrez, de 15, fueron torturadas y asesinadas en un acto de extrema brutalidad, y lo más alarmante, el crimen fue transmitido en vivo a través de redes sociales. La investigación ha arrojado que el macabro suceso no fue un hecho aislado, sino una «sesión de disciplinamiento» llevada a cabo por una banda narco, con un mensaje explícito para sus miembros.
El caso ha tomado un giro siniestro tras la revelación de que el asesinato fue retransmitido en tiempo real a un grupo cerrado de unas 45 personas. Según el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, el móvil del crimen fue una supuesta «traición» por robo de estupefacientes. El líder de la organización criminal, aún prófugo, habría utilizado la transmisión para enviar una advertencia clara: «Esto le pasa al que me roba droga». Este hecho marca un preocupante precedente en la utilización de la tecnología para la perpetración y difusión de crímenes violentos, exacerbando el terror y la impunidad.
La investigación, a cargo de la fiscal Vanesa Maiola, ha logrado la detención de cuatro presuntos implicados: Miguel Ángel Villanueva Silva (27, peruano), Iara Daniela Ibarra (19), Andrés Maximiliano Parra (18) y Magalí Celeste González Guerrero (28). Todos ellos enfrentan la grave acusación de homicidio agravado, pero las autoridades continúan en la búsqueda del autor intelectual y otros responsables materiales, incluido el líder de la banda, un ciudadano peruano de 23 años. La confesión de uno de los detenidos fue crucial para conocer los detalles de la transmisión en vivo y la dinámica interna de la organización.
Los resultados de las autopsias han revelado la escalofriante crueldad con la que se cometieron los crímenes. A las víctimas les amputaron los dedos de la mano izquierda, sufrieron quemaduras de cigarrillos, cortes en la carótida y múltiples golpes. Los cuerpos fueron hallados desmembrados y ocultos en pozos, que según las pericias, habrían sido cavados el mismo día de los asesinatos. Los forenses han determinado que las muertes ocurrieron entre las 3 y 5 de la madrugada del 20 de septiembre, en lo que ha sido calificado como un ritual de tortura y ejecución.
Este caso, por su brutalidad y la metodología utilizada, se enmarca en un contexto de creciente violencia vinculada al narcotráfico y la crueldad extrema como herramienta de control. La transmisión en vivo del asesinato para un círculo cerrado de la organización criminal es una nueva táctica que busca generar un miedo paralizante y reafirmar la autoridad del líder de la banda. Este modus operandi no solo degrada la vida humana a un simple mensaje de advertencia, sino que también desafía la capacidad del Estado para monitorear y contener este tipo de actos criminales que ahora tienen una dimensión virtual.
El triple femicidio de Florencio Varela no solo es un hecho policial de horror, sino también un reflejo de la crisis social que atraviesa el país, donde la vida de las mujeres y jóvenes se vuelve un objeto de disputa y de mensaje en los territorios delictivos. La urgencia de la captura de los prófugos es vital no solo para la justicia, sino también para enviar una señal de que el Estado no tolerará la impunidad ni la utilización de la violencia extrema como método de amedrentamiento. La sociedad exige respuestas y, sobre todo, medidas que pongan freno a esta escalada de violencia que hoy tiene un componente tecnológico que la hace aún más espeluznante.