La empleada judicial G.C., quien había sido internada de manera forzada en el área de Salud Mental del Hospital Perrando, retornó a su domicilio en el barrio Provincias Unidas, tras diez días de controversia. Fue recibida por vecinos que la esperaban con muestras de apoyo. El caso, que despertó indignación y cuestionamientos sobre posibles excesos institucionales, sigue sin tener responsables claros.
El operativo que culminó en la internación de G.C. se llevó a cabo en circunstancias confusas y aún no esclarecidas del todo. Testigos del barrio señalan que la intervención fue “brutal” y que las fuerzas encargadas del procedimiento actuaron con una violencia innecesaria. La comunidad se mostró preocupada por la falta de transparencia en las acciones oficiales y por la aparente falta de protocolos adecuados en situaciones de salud mental, lo que generó una oleada de críticas en redes sociales y medios locales.
La internación forzada de G.C. se produjo en medio de un fuerte operativo policial que ha sido catalogado por especialistas en derechos humanos como “desproporcionado”. Diversas organizaciones sociales y gremios judiciales exigieron una investigación exhaustiva para determinar si hubo abuso de poder y si se respetaron las garantías constitucionales de la mujer. A la fecha, ninguna autoridad se ha hecho responsable de lo ocurrido.
Los defensores de G.C. han afirmado que el procedimiento violó las normativas vigentes en relación con la internación psiquiátrica, que exigen que cualquier medida de este tipo debe estar respaldada por una evaluación médica exhaustiva y con el consentimiento del paciente o de su familia, salvo en casos excepcionales. Alegan que en esta situación, ni G.C. ni sus allegados fueron debidamente informados sobre el proceso, lo que agrava la sospecha de irregularidades.
El retorno de la empleada judicial a su hogar fue visto como un alivio, pero la controversia sigue latente. Los vecinos que la recibieron destacaron su preocupación por las condiciones en las que fue internada, asegurando que su estado no justificaba la intervención tan invasiva que tuvo lugar. “No entendemos cómo se llegó a esto, ella siempre ha sido una persona tranquila”, comentó uno de los residentes del barrio Provincias Unidas, quien presenció el operativo inicial.
Mientras tanto, diversas agrupaciones de derechos humanos y profesionales de la salud mental han expresado su preocupación por el uso indiscriminado de la fuerza y la intervención institucional en casos de supuesta inestabilidad mental. Afirman que episodios como este vulneran los derechos de las personas en situación de vulnerabilidad y reclaman una revisión de los procedimientos de internación involuntaria.
El caso de G.C. ha abierto un debate más amplio sobre el estado actual de las políticas de salud mental en la provincia y sobre la necesidad de contar con protocolos más humanizados. Desde el entorno familiar de la empleada judicial han expresado que evaluarán iniciar acciones legales contra el Estado por lo que consideran una violación a sus derechos fundamentales.
A medida que se espera el avance de una investigación formal, la comunidad sigue atenta a las respuestas oficiales, mientras que el caso de G.C. parece haber destapado una problemática más profunda en torno a la institucionalización y los derechos de las personas en situación de salud mental.