El Gobierno argentino formalizó la aprobación de la extradición del empresario Federico Andrés «Fred» Machado a Estados Unidos, una decisión política tomada inmediatamente después de que la Corte Suprema de Justicia rechazara los últimos planteos de la defensa. Acusado por la Justicia estadounidense de graves cargos de narcotráfico y lavado de activos ante un tribunal de Texas, el desenlace judicial de Machado se convierte ahora en un explosivo tema político debido a las documentadas conexiones del empresario con figuras de peso en la esfera de la coalición gobernante.
La culminación del proceso judicial se dio con la firma de los ministros Lorenzetti, Rosatti y Rosenkrantz del máximo tribunal, quienes ratificaron la validez del requerimiento de la Justicia norteamericana, cerrando la vía de apelación en el país. Desde su detención en 2021 en el aeropuerto de Neuquén, Machado había permanecido bajo prisión domiciliaria, esperando el dictamen final. Este fallo judicial despejó el camino para la instancia final, la política, que recaía directamente en la Casa Rosada para la firma del decreto de extradición.
El caso, conocido mediáticamente como «Narcogate», adquirió una intensa relevancia política por sus ramificaciones en la campaña electoral. La figura central salpicada fue el diputado y colaborador de la coalición, José Luis Espert, quien admitió haber recibido una transferencia de 200.000 dólares de una empresa vinculada a Machado como parte de su actividad privada, además de alegaciones sobre el presunto uso de aviones y camionetas para el financiamiento de su campaña de 2019. Estas revelaciones pusieron en jaque las rendiciones de cuentas del partido y generaron una crisis de transparencia dentro de la alianza oficialista.
La celeridad en la decisión del Poder Ejecutivo de firmar la extradición, a pesar de la sensibilidad del caso y las conexiones internas, es un mensaje de firmeza. Cabe recordar que el propio Machado fue representado en etapas previas del juicio por el abogado Francisco Oneto, quien ha colaborado con el presidente Javier Milei. Si bien el Ejecutivo ha intentado desvincularse del affaire, la aprobación final de la extradición subraya el compromiso inquebrantable del gobierno con la cooperación judicial internacional y la lucha contra el narcotráfico, alineándose con las prioridades de seguridad de Estados Unidos.
En el ámbito internacional, esta rápida acción ejecutiva refuerza la política de alineamiento estratégico con Washington, en línea con las recientes negociaciones financieras de Luis Caputo. Al honrar de inmediato el Tratado de Extradición bilateral, el gobierno de Milei proyecta una imagen de socio confiable ante las agencias de seguridad y la Justicia de Estados Unidos, un factor clave en la construcción de confianza mutua en la lucha contra el crimen organizado transnacional, una de las áreas más sensibles de la agenda diplomática.
A partir de ahora, resta únicamente que las fuerzas federales coordinen el traslado de Machado hacia Estados Unidos, donde deberá enfrentar el juicio por las acusaciones de tráfico de drogas que pesan en su contra. Internamente, el «efecto Machado» persistirá. La extradición no resuelve el dilema político: la coalición gobernante continuará bajo la lupa de la opinión pública, que exigirá mayor transparencia sobre el financiamiento de campañas y los vínculos empresariales de sus principales referentes, incluso mientras el empresario comienza a responder por sus cargos en el extranjero.