El experimento político de Elon Musk en Washington, promovido con entusiasmo por el expresidente Donald Trump durante los primeros meses de su segundo mandato, ha derivado en un fracaso estrepitoso. Designado como responsable del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), Musk llegó con la promesa de aplicar su enfoque empresarial para eliminar el “despilfarro burocrático”, pero dejó tras de sí una estructura desorganizada y una reducción de gasto muy por debajo de lo anunciado.
El proyecto DOGE fue presentado como uno de los pilares simbólicos del regreso de Trump a la Casa Blanca. Su objetivo: ahorrar 2 billones de dólares eliminando duplicidades en agencias federales, automatizando procesos y despidiendo personal “innecesario”. Sin embargo, un informe interno obtenido por The Washington Post revela que el ahorro real apenas alcanzó los 175.000 millones de dólares, en medio de caos administrativo, juicios laborales y protestas de empleados públicos.
Musk intentó trasladar su modelo de gestión basado en reducción agresiva de costos y decisiones rápidas, similar al aplicado en Twitter (X), pero se encontró con la rigidez institucional y legal del aparato federal. Según exfuncionarios de DOGE, las decisiones se tomaban por impulso, sin estudios de impacto ni planes de reemplazo. La icónica imagen de Musk recorriendo oficinas con una motosierra metálica se convirtió en símbolo del desorden más que de la eficiencia.
El caos también tuvo consecuencias políticas. Varios líderes republicanos, inicialmente entusiastas del experimento Musk, comenzaron a tomar distancia ante la creciente presión sindical y las demandas judiciales por despidos ilegales. En paralelo, sectores clave como la Seguridad Social y la EPA reportaron retrasos en servicios esenciales por recortes mal ejecutados.
Trump, por su parte, ha evitado referirse directamente al fracaso de DOGE, enfocando su discurso en la “lucha contra el Estado profundo” y evitando reconocer errores de planificación. En privado, según fuentes cercanas al círculo republicano, el expresidente se ha mostrado frustrado por la pérdida de capital político tras confiar en una figura mediática sin experiencia en la gestión pública.
Con la salida de Musk del gobierno, el futuro del DOGE permanece incierto. Mientras se discute su posible desmantelamiento en el Congreso, el episodio deja una lección clave: la gestión del Estado exige no solo eficiencia, sino conocimiento institucional, estrategia y respeto por los procesos democráticos.