El Congreso de la Nación Argentina asestó un duro golpe al gobierno de Javier Milei al rechazar los vetos presidenciales a las leyes de financiamiento para universidades públicas y la emergencia pediátrica, centrada en el Hospital Garrahan. Este movimiento legislativo, que logró los dos tercios necesarios en la Cámara de Diputados para insistir con las normas, no solo representa una derrota significativa para el Poder Ejecutivo, sino que también subraya la capacidad de la oposición para unirse en temas de alta sensibilidad social. La decisión, que ahora pasa al Senado para su definición final, marca un punto de inflexión en la relación de fuerzas entre el gobierno y el parlamento, poniendo en evidencia las tensiones que persisten a más de un año del inicio de la gestión libertaria.
El debate en la Cámara baja se enmarcó en un clima de alta tensión política y social. Mientras los legisladores votaban, las inmediaciones del Congreso se llenaron de manifestantes, incluyendo estudiantes, docentes y profesionales de la salud, que celebraban cada avance parlamentario como un triunfo. La movilización masiva y la presión de la opinión pública fueron factores determinantes para que los bloques opositores, incluyendo a sectores de la política que le han dado la espalda a Milei, se unieran en un frente común para frenar el ajuste en áreas vitales como la educación y la salud. Esta votación, lejos de ser un mero trámite legislativo, se convirtió en una demostración de fuerza de la sociedad civil y de la dirigencia que le es opositora.
La decisión de Milei de vetar ambas leyes había generado un amplio rechazo. En el caso de las universidades, el presidente argumentó que las leyes eran «inconstitucionales» y «populistas», mientras que en el caso del Garrahan, el gobierno aseguró que el veto respondía a la «irresponsabilidad fiscal» de la oposición. Sin embargo, estas posturas no lograron convencer a la mayoría parlamentaria, que consideró prioritario garantizar el financiamiento de instituciones clave para el desarrollo del país.
Expertos en derecho constitucional señalan que la ratificación de las leyes en el Congreso es una herramienta legítima para equilibrar el poder presidencial, que en el último tiempo ha hecho uso recurrente de los decretos y vetos para imponer su agenda de recortes. Este episodio, dicen, es un recordatorio de que en una democracia, el Poder Ejecutivo no puede ignorar la voluntad del Poder Legislativo y que el consenso político es fundamental para la gobernabilidad, más aún con un gobierno en minoría.
Para el oficialismo, la situación es compleja. Tras perder la votación en Diputados, la atención se centra ahora en el Senado, donde el Gobierno buscará evitar una nueva derrota. La posibilidad de que el veto sea ratificado de forma definitiva, aunque con pocas probabilidades, podría debilitar aún más la figura presidencial y la de sus principales negociadores en el Congreso. La derrota legislativa podría traer serias consecuencias políticas a futuro, poniendo en riesgo la aprobación de proyectos clave para su gestión, como la Ley de Bases y la reforma laboral.
El desenlace de esta batalla legislativa tendrá un impacto crucial en el futuro político de la Argentina. Si el Senado ratifica el rechazo a los vetos, las leyes entrarán en vigencia, obligando al Poder Ejecutivo a destinar los fondos necesarios a las universidades y al Hospital Garrahan. Este resultado no solo asegurará el funcionamiento de estas instituciones, sino que también enviará una señal contundente sobre los límites del poder presidencial y el rol de las instituciones democráticas, en un contexto de confrontación entre poderes.