Un segundo contingente de la barra brava de Boca Juniors, específicamente la facción de Lomas de Zamora, ha logrado ingresar a Miami con el objetivo de presenciar el Mundial de Clubes, desatando una nueva controversia. La decisión de este grupo de viajar se produjo tras observar que la primera avanzada de barras no enfrentó repercusiones legales ni policiales a su llegada a Estados Unidos, lo que aparentemente les dio la confianza para emprender su propio camino.
La estrategia de este segundo grupo para eludir la vigilancia fue ingeniosa: optaron por una ruta indirecta, viajando vía Panamá. Esta escala estratégica les permitió evitar posibles alertas y controles migratorios directos que pudieran surgir de un vuelo sin escalas desde Argentina, arribando finalmente a Miami el pasado viernes sin mayores inconvenientes.
La organización de este viaje y la masiva despedida en el aeropuerto de Ezeiza recayeron en Santiago Vélez Robles, conocido en el ámbito como «Cepillo». A pesar de su origen en Parque Patricios, Vélez Robles se ha consolidado como una figura prominente dentro de la facción de Lomas de Zamora, ejerciendo una influencia considerable dentro de la interna de la barra.
La figura de «Cepillo» no está exenta de antecedentes penales, lo que añade una capa de complejidad y preocupación a su presencia en un evento deportivo internacional. Su historial incluye un arresto en Colombia por el uso de dólares falsificados y una condena a prisión por delitos de extorsión, entre otras actividades ilícitas vinculadas al notorio mercado de La Salada, un epicentro de comercio informal y actividades irregulares en Buenos Aires.
La llegada de estos grupos genera interrogantes sobre la efectividad de los controles migratorios y la cooperación internacional en la prevención de la entrada de individuos con antecedentes de violencia en eventos deportivos de gran envergadura. La presencia de barras bravas en el exterior representa un desafío constante para las autoridades, que buscan salvaguardar la seguridad y la imagen de los torneos.
Este episodio reaviva el debate sobre la problemática de las barras bravas en el fútbol argentino y su capacidad de movilización, incluso a nivel internacional, poniendo en tela de juicio los esfuerzos para erradicar la violencia de los estadios y sus entornos.