El Gobierno argentino se ha trasladado a Washington D.C. en una misión crítica, a menos de dos semanas de las elecciones de medio término, en un movimiento que subraya la dependencia de la Casa Rosada del respaldo financiero de la administración estadounidense. El presidente Javier Milei, acompañado de su círculo más íntimo y el equipo económico, viajó a la capital norteamericana para concretar el salvataje financiero prometido por la administración republicana, enfrentando la agenda internacional mientras la campaña doméstica entra en su etapa decisiva. El objetivo central es la oficialización de un apoyo económico que ya se tradujo en una intervención inédita del Tesoro de EEUU en el mercado local y la confirmación de un swap de divisas.
Este espaldarazo financiero, calificado por fuentes del Ejecutivo como un apoyo «formidable», se ha materializado en un alivio temporal para los indicadores económicos argentinos. La semana pasada se observó una subida de los bonos de la deuda y una disminución de la cotización del dólar, un efecto directo de la intervención y los gestos de confianza del gobierno norteamericano. La reunión en el Salón Oval se presenta como la cúspide de estas negociaciones, buscando solidificar un compromiso que se ha mantenido firme incluso después del contundente revés electoral provincial sufrido por el oficialismo en septiembre.
No obstante, el apoyo de la Casa Blanca no es incondicional, al menos en términos políticos. Estrategas del Partido Republicano han insistido en la necesidad de que el gobierno de Milei construya «urgentemente» una base de sustentabilidad política interna. Esto implica cimentar acuerdos concretos con gobernadores y legisladores que, en su momento, colaboraron con el Ejecutivo pero se distanciaron debido a la «mala praxis» de la cúpula libertaria. La demanda es clara: Washington necesita ver estabilidad política para avanzar con las reformas que requieren las empresas norteamericanas con proyectos de inversión en el país.
El viaje, sin embargo, se desarrolla en un clima de extrema cautela electoral. La comitiva presidencial recibió en el avión el fallo adverso de la Cámara Electoral sobre la reimpresión de boletas en territorio bonaerense, un revés que afecta directamente la estrategia en el distrito clave. Internamente, la dirigencia oficialista maneja pronósticos que no son alentadores, con la expectativa de «salvar la ropa» más que de lograr una gran elección en las urnas el 26 de octubre, especialmente en provincias con alta incidencia en el padrón nacional como Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
Ante este panorama, la estrategia de campaña ha mutado: el presidente se ha transformado en el protagonista central, dejando de lado la «motosierra» discursiva por un megáfono de polarización con la oposición. Se busca reavivar la motivación de un electorado fatigado por el ajuste económico. Los esfuerzos se concentran en territorios cruciales, donde la presencia del Presidente y el intento de apuntalar figuras locales, como Diego Santilli en la Provincia de Buenos Aires, son la última jugada de La Libertad Avanza para minimizar la pérdida de votos.
La gran incógnita que se sigue con preocupación en Buenos Aires y Washington es con qué fortaleza política terminará el oficialismo la noche de las elecciones. El apoyo financiero de Estados Unidos ha evitado una crisis mayor, pero el verdadero desafío vendrá el día después: la disposición del presidente a realizar una «cirugía mayor en el gabinete» y a reorganizar su relación con el Congreso y los gobernadores, condiciones tácitas tanto para la estabilidad económica como para la gobernabilidad a largo plazo.